martes, 16 de febrero de 2010

La Fuente de los Tres Caños, de Villaviciosa de Odón



Villaviciosa de Odón posee un importante patrimonio artístico, del que destaca, sin lugar a dudas, su castillo-palacio de tiempos de los Reyes Católicos, aunque muy transformado con el paso del tiempo, principalmente durante las remodelaciones de los siglos XVI y XVIII.

Constituido en Real Sitio por orden del rey Fernando VI (1713-1759), fue una de sus residencias preferidas y el lugar donde pasó sus últimos días, sumido en una profunda depresión, tras la muerte de su esposa, la reina Bárbara de Braganza.

Pero no vamos a hablar de este notable edificio, ni de sus ilustres moradores, al menos por el momento. En nuestro afán por descubrir las pequeñas cosas, nos detenemos en una hermosa fuente del siglo XVIII, adosada a una pared de ladrillo, no muy lejos de la fachada principal del castillo.

Conocida como Fuente de los Tres Caños, tiene su propia leyenda, que asegura que quien beba del surtidor central se casará en breve con un vecino o vecina del pueblo. Hay que señalar que el citado caño es el de peor accesibilidad, de tal modo que habría que introducirse en el pilón para poder acercarse al mismo.

Leyendas aparte, el origen de la fuente no está del todo claro. No se sabe exactamente quién es su autor, aunque es muy probable que sea una obra del arquitecto Ventura Rodríguez (1717-1785), encargada por Fernando VI, que, como ya se ha apuntado, fue un enamorado del lugar.

Pese a ser la teoría más aceptada, también cabe pensar que pudo ser diseñada por Giovanni Battista Sacchetti (1690-1764), dentro de su proyecto de remodelación del castillo-palacio, realizado en 1739, a instancias de Felipe V (1683-1746). Esta posibilidad la apunta Guillermo Calleja Leal en su estudio El Castillo de Villaviciosa de Odón. Pabellón de caza de los Borbones. Según este autor, podría ser una de las dos fuentes murales que figuran en los planos del citado proyecto.

La fuente toma sus aguas (o, al menos, las tomaba) de un manantial situado en la Colina de la Atalaya, llamada así por una antigua torre-vigía, que fue demolida. Es neoclásica, si bien presenta reminiscencias herrerianas, en su gusto por las formas geométricas y la depuración de los volúmenes. Es probable que el autor rindiera un pequeño homenaje a Juan de Herrera, que restauró el castillo en 1584, imprimiéndole su inconfundible estilo.



Se encuentra empotrada en un muro de ladrillo visto y custodiada por cinco mojones enlazados con cadenas, que dibujan un semicírculo a su alrededor. Construida en sillares de granito abujardado, se corona con un frontón en forma de arco, donde descansa un escudo, del que falta la corona, al haber sido destruida. Como remate, hay instalados tres pináculos con bola, que dan verticalidad al conjunto. En la parte inferior, se ubica un pilón lobulado, sobre el que arrojan agua tres gruesos caños.

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