miércoles, 23 de febrero de 2011

La Plaza de San Antonio, de Aranjuez



La Plaza de San Antonio, de Aranjuez, es un magnífico ejemplo del gusto barroco por los grandes espacios urbanos, surgidos a partir de la ordenación geométrica de los distintos elementos arquitectónicos. Su enorme planta rectangular, que queda definida por un contorno de edificios perfectamente alineados, avala esta concepción urbanística.



Su autor fue Santiago Bonavía (1700-1760), un arquitecto italiano no demasiado conocido por los madrileños, a pesar de la enorme relevancia de su legado artístico. A él le debemos la prodigiosa Basílica Pontificia de San Miguel, en pleno Madrid de los Austrias, una de las más hermosas de la ciudad.

Tras su muerte, los trabajos recayeron sobre el francés Jaime Marquet (1710-1782), cuya creación más famosa es la Casa de Correos, en la Puerta del Sol.


Vista aérea de la Plaza de San Antonio. Fuente: Google Earth.

Lado occidental

La plaza fue diseñada en el año 1750, durante el reinado de Fernando VI (r. 1746-1759), para servir de conexión entre el Palacio Real de Aranjuez y el entramado urbano que se había ido formando al sur del mismo.

Esta función de nexo resulta especialmente visible en la galería porticada del lado occidental, por ser la más cercana al recinto palaciego. Se trata de una arquería de medio punto, soportada sobre pilares rectangulares labrados en piedra de Colmenar, con la que se unifica y da continuidad a las fachadas de la Casa de Oficios y de la Casa de Caballeros, dos edificios surgidos en épocas diferentes.

El primero fue realizado por Juan de Herrera (1530-1597) en 1584, si bien su construcción se prolongó hasta el siglo XVII. El segundo fue concebido en 1613 por Juan Gómez de Mora (1586-1648), pero no fue terminado hasta siglo y medio después, con la intervención de Jaime Marquet, entre 1762 y 1770.



Lado meridional

Este flanco está presidido por la Iglesia de San Antonio, cuya silueta barroca define y da personalidad a todo el conjunto. Concebida como el punto de fuga de la plaza, sustituyó al oratorio que Felipe V (r. 1700-1746) había fundado como refuerzo de la capilla del Palacio Real, demasiado pequeña para atender plenamente las necesidades religiosas de la Corte.

Fue proyectada en el año 1752 por Santiago Bonavía, quien, haciendo gala de su origen y formación, apostó por modelos de clara influencia italiana.
















El resultado es una estructura de planta circular, que se cubre mediante una bóveda esférica, rematada con una linterna cilíndrica de grandes dimensiones.

La fachada principal queda protegida por un pórtico de cinco arcos de medio punto y pilastras toscanas, que da lugar, en la parte superior, a una terraza, que se cierra por medio de una balaustrada de cantería y un frontón triangular, en la coronación del arco central.

Todo ello genera un efectista juego de curvas y contracurvas, muy escenográfico, con el que el templo pone el contrapunto a la distribución rectilínea de los demás elementos arquitectónicos del plaza.

Durante el reinado de Carlos III (r. 1759-1788), la iglesia fue ampliada con una nave rectangular, al tiempo que se acometió el cierre de la cara meridional de la plaza, con la construcción de dos nuevas arquerías a ambos lados de su fachada. Este trabajo lo llevó a cabo Jaime Marquet en 1767.



Lado oriental

Este lado de la plaza se encuentra porticado solamente en su primer tramo, en su contacto con la Casa de Infantes, mientras que, en el segundo, se abre al Jardín de Isabel II.

La Casa de Infantes fue realizada en 1772, para alojamiento de los infantes Gabriel y Antonio, hijos de Carlos III, y de sus respectivas familias. Se debe a un diseño de Juan de Villanueva (1739-1811), aunque su ejecución correspondió a Manuel Serrano, un arquitecto del que no se tienen muchos datos.

El edificio es, por tanto, posterior a las intervenciones de Santiago Bonavía y Jaime Marquet. Pese a ello, está perfectamente integrado en la plaza, gracias a la citada galería de arcos, que sigue la misma factura que la situada en el flanco occidental.

Lado septentrional

La cara norte de la plaza carece de arquerías, lo que facilita una conexión directa con el Jardín del Parterre, situado junto a la fachada oeste del Palacio Real.

La sensación de contacto entre las dos áreas se refuerza con la ubicación en esta parte de la Fuente de Venus, cuyo porte monumental constituye un digno contrapunto de la Iglesia de San Antonio.

Esta fuente fue realizada por Juan Reyna en el año 1762, si bien su aspecto actual poco tiene que ver con el que ideó su autor.



La primera gran transformación tuvo lugar en tiempos de Carlos III, que mandó sustituir la estatua de Fernando VI que coronaba inicialmente el conjunto por una figura de Venus, que es la que ha llegado hasta nuestros días. La escultura del monarca, obra de Giovan Domenico Olivieri, se halla actualmente en la Plaza de la Villa de París, en Madrid.

Pero los cambios más importantes se produjeron en 1830, cuando se amplió notablemente el número de motivos ornamentales de la fuente. Fueron incluidas diferentes representaciones de lagartos, caracolas y soles, así como una serie de amorcillos cabalgando sobre tritones, que se sumaron a los tres leones de mármol de Carrara del proyecto original.

En un principio, la fuente era conocida como del Rey, por la estatua de Fernando VI que tenía instalada en su parte superior. Con el cambio del remate escultórico, recibió la denominación oficial de Venus, aunque todo el mundo empezó a llamarla la Mariblanca, debido al color de la figura de la diosa (al margen de la coincidencia de nombre, esta estatua nada tiene que ver con la popular Mariblanca de la madrileña Puerta del Sol). Por esta razón, la Plaza de San Antonio también es llamada de la Mariblanca.



Pinturas de Fernando Brambila, correspondientes a la serie 'Vistas de los Sitios Reales y de Madrid' (1833), con los lados sur (imagen superior) y norte (imagen inferior) de la Plaza de San Antonio.

Artículos relacionados

También hemos hablado de estos otros lugares de Aranjuez:
- El Puente Largo del Jarama
- El Embarcadero Real de Aranjuez y la Escuadra del Tajo
- La Puerta del Labrador
- Villanueva en Aranjuez

jueves, 17 de febrero de 2011

Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas (6): Endimión

De todo el patrimonio histórico-artístico destruido en Madrid, nos duele especialmente que hayan desaparecido las fuentes monumentales construidas durante los reinados de Felipe III (r. 1598-1621) y Felipe IV (r. 1621-1665), en lo que constituyó uno de los primeros planes de embellecimiento desarrollados en nuestra ciudad.

Fueron diseñadas por el arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora (1586-1648) y por el escultor toscano Rutilio Gaci (1570-1634). Por su parte, el mercader florentino Ludovico Turchi (1560-1627) jugó un papel clave, con su labor de compra-venta de esculturas, destinadas a decorar las fuentes.

Todas ellas fueron demolidas en el siglo XIX, aunque se conservan varias piezas aisladas, depositadas en diferentes museos o recicladas en otras fuentes. Éste es el caso de La Fuentecilla, en la Calle de Toledo, cuyo cuerpo principal perteneció a la Fuente de la Abundancia. O de la Fuente de la Cruz Verde, en la plaza homónima, adornada con la Diana Cazadora que estuvo en la Plaza de Puerta Cerrada.


La Fuente de Endimión se identifica en el plano de Pedro Texeira (1656) con el número 50.

La Fuente de Endimión, en concreto, se encontraba a la altura de la Plaza de la Puerta de Moros. También conocida como Fuente del Humilladero de San Francisco, sus primeras noticias datan de 1620, año en el que arrancaron los trabajos de nivelación y empedrado del terreno.

Su autor fue Rutilio Gaci, si bien su ejecución correspondió, en un primer momento, al maestro de cantería Martín de Gortayri, que años antes había levantado la Fuente de la Abundancia, según un proyecto de Gómez de Mora, firmado en 1617.

En 1635 la fuente todavía no había sido concluida. Por esa razón fue contratado un nuevo cantero, llamado Eugenio Montero, al que se le dieron 1.500 ducados a cambio de que acabase las obras en un plazo de seis meses. No debió cumplir el plazo acordado, ya que en 1638 el veedor de fuentes Cristóbal de Aguilera solicitó una nueva medición y tasación.

En sus más de dos siglos de existencia, la fuente ha tenido dos coronaciones. La primera de ellas, una escultura de Neptuno portando el tridente con un tritón a sus pies, fue contratada en 1637 al artista portugués Manuel Pereira (1588-1683) y colocada tres años después.

Estatua original de Endimión. Museo de Historia. Fuente de la imagen: 'Arte y diplomacia de la monarquía hispánica en el siglo XVII', de José Luis Colomer, año 2003.

Posteriormente, en fecha desconocida, fue sustituida por una estatua de un varón desnudo, que suele identificarse con Endimión, un cazador de Asia Menor, que recibió de Zeus la bendición del sueño eterno, para corresponder al amor de Selene, la diosa de la Luna.

Poco se sabe del origen de esta pieza, aunque, dada su factura, se cree que pudo ser hecha en Italia en el siglo XVI y que llegó a Madrid de la mano del citado comerciante Ludovico Turchi.

Mide apenas 135 centímetros de alto y presenta diferentes niveles de relieve en la parte delantera y en la trasera, ésta última mucho más plana. Ello hace pensar que fue concebida para ser vista únicamente de frente y que tal vez iba a ocupar el interior de una hornacina.

A mediados del siglo XIX, se tomó la decisión de derribar la Fuente de Endimión. La escultura consiguió salvarse de la piqueta y, en 1850, fue llevada al barrio de Lavapiés, para decorar una fuente de nueva construcción, obra del arquitecto Martín López Aguado (1796-1866), que también ha desaparecido.


Fuente de Lavapiés. 'La Ilustración' (1850).

Según la descripción de Felipe Monlau, realizada ese mismo año, la nueva fuente disponía de "cuatro caños, treinta y cinco aguadores y treinta reales de agua del viaje del Abroñigal Bajo" y lucía "la linda estatua del pastor Endimión que había antes en la Fuente de la Puerta de Moros".


La Fuente de Lavapiés en una fotografía de Alfonso Begué (1864). 

En la actualidad, la escultura de Endimión forma parte de la colección del Museo de Historia (antes, Museo Municipal), donde también se encuentra una figura femenina de aire clasicista, que muchos identifican con la Abundancia que presidió la antigua fuente del mismo nombre, en la Plaza de la Cebada.


La Fuente de Lavapiés en el último tercio del siglo XIX.

Artículos relacionados

La serie "Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas" consta de estos otros reportajes:
- Introducción
- Fuente de Orfeo
- Fuente de Diana
- Fuente de la Fe o de las Arpías (la Mariblanca)
- Fuente de la Abundancia
- Fuentes de la Villa y de los Leones
Fuente de Santo Domingo

lunes, 14 de febrero de 2011

Colmenar del Arroyo y su patrimonio medieval

Colmenar del Arroyo está situado en el suroeste madrileño, en una zona montañosa de transición, allá donde las sierras de Guadarrama y de Gredos entran en contacto.

Este pequeño pueblo, con apenas 1.500 habitantes, conserva algunos restos medievales, que informan de los procesos de repoblación que llevó a cabo el Concejo de Villa y Tierra de Segovia, una vez que los cristianos tomaron posesión de estas tierras, bajo el dominio andalusí hasta finales del siglo XI.

El municipio fue fundado en el siglo XII sobre las laderas de una colina, donde hoy se encuentra el cementerio. De esta época data la Ermita de San Vicente, que fue la primera iglesia parroquial con la que contó Colmenar del Arroyo.

Realmente sólo ha llegado hasta nosotros la espadaña, de estilo románico, y algunos muros, actualmente integrados dentro de la tapia que circunda el camposanto. Su fábrica es de mampostería de piedra de granito.



Con el paso del tiempo, la población colmenareña fue bajando hacia el valle, en busca de las aguas del arroyo que atraviesa el término municipal, lo que dio lugar a un nuevo barrio.

Para facilitar la comunicación entre los dos núcleos urbanos, fue construido el Puente de la Fragua, probablemente en el siglo XV. Posee un único ojo, constituido por un arco de medio punto, y presenta perfil alomado, con pretil redondeado y rematado en sus extremos con piezas cilíndricas, a modo de hitos.



Existe un segundo puente histórico, llamado de El Caño, que fue levantado en 1760, posiblemente en sustitución de una primitiva estructura medieval o tardomedieval.

Consta de dos ojos de medio punto, con aliviaderos adintelados en los extremos y tres tajamares de planta triangular, aguas arriba. Se conserva el tablero original, formado por losetas irregulares de piedra.



lunes, 7 de febrero de 2011

El Monumento de Isabel la Católica, antes y ahora

Recuperamos la sección “Antes y ahora” comparando dos fotografías del Monumento de Isabel la Católica, una de 1900 y otra del pasado mes de enero. Esta obra, una de las más destacadas del escultor barcelonés Manuel Oms Canet (1842–1889), fue inaugurada por todo lo alto en noviembre de 1883, hace casi 130 años.

Fotografía del año 1900. Museo de Historia.

Fotografía del 23 de enero de 2011.

El monumento estuvo inicialmente en medio del Paseo de la Castellana, que, a finales del siglo XIX, se estaba configurando como una importante zona de esparcimiento. 

Tenía como vecinos dos notables construcciones decimonónicas: hacia el oeste quedaba el Colegio de Sordomudos y Ciegos (en la actualidad, Escuela Superior del Ejército) y, hacia al este, el Palacio de la Industria y de las Artes, donde hoy tiene su sede el Museo Nacional de Ciencias Naturales. 

En 1958, se decidió su traslado, ya que entorpecía la circulación de vehículos. Fue llevado unos metros más allá, para ocupar un lugar secundario, en uno de los laterales de la Castellana, con un promontorio arbolado a sus espaldas, que prácticamente lo oculta.

A pesar de su limitada visibilidad, se trata de un enclave tranquilo y cuidado, que se ha embellecido con jardines, un estanque y dos surtidores.

Con la mudanza, el pedestal original fue sustituido. De estilo neoárabe, constaba de un cuerpo central cilíndrico, en el que podían verse las armas de los Reyes Católicos y de la Villa de Madrid, y a su alrededor ocho columnillas nazaríes, dispuestas en parejas y sosteniendo los escudos de Castilla, León, Navarra y Aragón. Todo ello realizado en mármoles de distintos colores.

El pedestal actual es de planta ochavada y está hecho en piedra de granito, con lápidas de caliza en cada flanco. Sus cuatro chaflanes portan los emblemas en bronce de Castilla, León, Granada y Aragón. 

En el frontal, hay un escudo de Madrid y la siguiente leyenda: “A Isabel la Católica, bajo cuyo glorioso reinado se llevó a cabo la unidad nacional y el descubrimiento de América. El pueblo de Madrid, 1883”.

Con respecto al grupo escultórico que preside el conjunto, éste no ha sufrido transformaciones con el paso del tiempo. Está integrado por tres figuras de bronce, que representan a Isabel la Católica montada a caballo, al Gran Capitán y al Cardenal Mendoza. 

No debemos olvidar que este monumento oficialmente se denomina "La apoteósis de Isabel la Católica marchando a la realización de nuestra unidad nacional".

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