lunes, 16 de julio de 2012

El río Manzanares, según Francisco de Goya (2)

Continuamos con el reportaje El río Manzanares, según Francisco de Goya, centrándonos en dos de las creaciones más célebres del pintor, La pradera de San Isidro La gallina ciega, y en el lienzo La carta, mucho menos conocido, donde se preconizan algunos rasgos de las pinturas negras.



Siguiendo un orden cronológico, comenzamos con La pradera de San Isidro, que Goya realizó en 1788 como boceto de lo que iba a ser un cartón para un tapiz, destinado al dormitorio de las infantas del Palacio Real de El Pardo.

El cartón, que iba a tener unos siete metros y medio de ancho, no pudo llevarse a cabo debido al fallecimiento de Carlos III y se quedó en este pequeño apunte de menos de un metro de longitud.

Curiosamente la muerte del monarca puso fin al litigio que el pintor mantuvo con los tejedores de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, quienes habían manifestado su rechazo al proyecto, por las dificultades que entrañaba para su trabajo la existencia de tantos detalles en el cuadro.

A pesar de tratarse tan sólo de un boceto -o precisamente por ello, ya que así Goya pudo manifestarse más libre, con una pincelada suelta, casi impresionista-, estamos ante una de sus grandes obras. Y ante uno de los escasísimos paisajes que hizo en su carrera.

La pradera de San Isidro muestra el ambiente de la romería del 15 de mayo, "el mismo día del Santo, con todo el bullicio que en esta Corte acostumbra haver", en palabras del propio artista.

Sin embargo, la festividad parece ser una excusa para presentarnos una de las más espléndidas vistas que jamás se hayan hecho de Madrid, con su emblemática cornisa, definida por la mole del Palacio Real y la cúpula de San Francisco el Grande.

A sus pies discurre el río Manzanares, que actúa como línea divisoria entre la ciudad y la masa de gente que acude a la romería, con la silueta del Puente de Segovia en la parte izquierda y un puente de barcas en el tramo central de su curso.



Casi habría que hablar de un paisaje sociológico, donde el elemento humano resulta tan importante, o más, que el urbano y topográfico. Desde las figuras que aparecen en primer término, la pintura dispersa los focos de atención en multitud de personas y objetos diminutos, que subrayan la imagen de una ciudad pletórica en su día de fiesta.

Vamos ahora con La gallina ciega, una pintura de 1789, que también fue concebida para adornar las alcobas de las infantas, en el Palacio de El Pardo. Pero, a diferencia de La pradera de San Isidro, no se quedó en un simple boceto, sino que pudo hacerse el cartón correspondiente.

Un curso de agua, muy probablemente el río Manzanares, sirve de telón de fondo para esta escena en la que diez personas se divierten jugando al cucharón, como también era conocido el pasatiempo de la gallina ciega.

Todas ellas están ataviadas como majos y majas, una vestimenta característica de las clases humildes, pero que los nobles utilizaban en fiestas y eventos, buscando una pretendida integración con el pueblo. La presencia de terciopelos y tocados de plumas en algunas figuras, al gusto francés, denota su condición aristocrática.




En el Museo del Prado se conservan tanto el boceto (primera imagen) como el cartón definitivo (segunda imagen). Al compararlos, pueden apreciarse algunas diferencias, como la existencia de un undécimo personaje en el trabajo preparatorio -finalmente eliminado-, cuya cabeza asoma detrás de la dama con plumas, que ocupa la posición central.

Terminamos con La carta o Las jóvenes, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Lille, en Francia. Su fecha de ejecución no está clara, aunque cabe situarla entre 1812 y 1819, pocos años antes de que el autor comenzara las pinturas negras.

De ahí que en este cuadro se adviertan algunas características de esta serie, especialmente en los trazos y colores de las mujeres que aparecen al fondo, identificadas como lavanderas, en plena faena en uno de los canales del río Manzanares.

Tampoco se conoce cuál es el asunto del cuadro, si bien se ha querido ver en él una velada alusión a la prostitución, por la presencia de lavanderas, un desprestigiado oficio que, en la época, era sinónimo de disposición sexual. Algunos autores entienden que la dama que lee la carta bien podría ser una antigua lavandera, reconvertida en prostituta.



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6 comentarios:

  1. Hola Jesús,
    Espero que haya tercera entrega porque la serie está apasionante. Es curioso que mientras se tomaba La Bastilla en Paris, Goya pintaba La gallina ciega en Madrid. ¿Metáfora de una época?
    Un abrazo

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    1. Hola Antonio:
      Muy buena la comparación. Nos deja en evidencia!! No habrá segunda entrega, no he encontrado más Manzanares en la obra de Goya, aunque no descarto que puedan ir apareciendo otras pinturas.

      Un abrazo, Jesús

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  2. Como dice Antonio, esperamos que continúes, es un tema precioso, Jesús.
    Me ha encantado eso de "paisaje sociológico".

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    1. Hola Mercedes:
      Gracias por tu mensaje. Tengo debilidad por "La pradera de San Isidro", es una de mis obras preferidas. Enamorado como estoy de Madrid, para mí es un orgullo que mi ciudad sea la protagonista de una obra tan lograda.

      Un abrazo, Jesús

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  3. Hola Jesús,
    Coincido con todos los que te seguimos. Haría falta una tercera y cuarta y quinta y...Y si no, continuar con los satíricos Caprichos, para mi, la obra culminante del genial sordo.
    Un abrazo.

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  4. Hola Manuel:
    Goya es inabarcable. Podríamos seguir con él hasta decir basta. Además de su genialidad, me atrevo a afirmar que es el más madrileño de todos los pintores (con permiso de los aragoneses), el que mejor supo captar la esencia de la ciudad, sus contradicciones, sus parte más positiva y también la más negativa.

    Muchas gracias por el mensaje. Un abrazo, Jesús

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