lunes, 23 de diciembre de 2013

Feliz Navidad 2013

Nuestra felicitación de Navidad llega de la mano de Francisco Rizi (1614-1685), uno de los principales representantes de la Escuela Madrileña de Pintura, que floreció durante el barroco. Este pintor hizo numerosos cuadros de tema navideño, entre los que nos atrevemos a destacar la serie perteneciente al Retablo de la Natividad, del desaparecido Convento de Santa María de los Ángeles.

El citado monasterio fue fundado en 1564 por la dama portuguesa Leonor de Mascarenhas (1503-1584), aya del rey Felipe II y de su hijo Carlos de Austria, en un solar situado en la Costanilla de los Ángeles, junto a Santo Domingo el Real. Fue derribado tras la desamortización de 1836.

En este convento el caballero Andrés de la Torre se hizo construir una capilla funeraria, donde estuvo el retablo que ahora nos ocupa. Éste constaba de cinco pinturas, todas realizadas por Francisco Rizi, excepción hecha de un anónimo napolitano.

El artista trabajó en este proyecto hacia 1670 con obras de pequeño formato, que, por su pincelada suelta, como correspondía a su manera de pintar en esos momentos, fueron catalogadas como bocetos, una vez demolido el convento.



De todas ellas, la más interesante es, sin duda alguna, La Anunciación, actualmente en el Museo del Prado, una pequeña obra maestra que llama la atención por su exquisito colorido y su composición dinámica pero, al mismo tiempo, contenida. Estaba colgada en la parte superior del retablo, justo encima del anónimo napolitano antes señalado, dedicado al nacimiento de Cristo.



En la franja inferior del retablo, en el sagrario, había otros tres lienzos de Rizi, que apenas alcanzaban los 60 centímetros de alto: la Adoración de los Reyes Magos (arriba), la Presentación en el templo (abajo) y un Ecce Homo. Los dos primeros se conservan en el Museo del Prado y el último en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.



Sirvan estas pinturas para ilustrar nuestra felicitación navideña. Nuestros mejores deseos para estas fiestas y también para el nuevo año que viene. Ojalá llegue plagado de buenas noticias, especialmente en lo que se refiere a la recuperación y conservación del patrimonio madrileño.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Real Cinema, el primero de los grandes cines madrileños

Teodoro Anasagasti (1880-1938) fue un arquitecto innovador, que, sin abandonar plenamente las viejas tendencias del siglo XIX, mostró un claro acercamiento al movimiento moderno, hasta el punto de ser considerado como un precursor de esta corriente en nuestro país.

De origen vizcaíno, su carrera se desarrolló preferentemente en Madrid, donde dejó obras tan destacadas como los antiguos Almacenes Madrid-París, la Iglesia Anglicana de San Jorge o la ampliación del edificio de Prensa Española, convertido hoy en el centro comercial ABC Serrano.

Pero no fue en estos trabajos donde Anasagasti reveló su espíritu inquieto, sino en el conjunto de cines que hizo para la ciudad, con los que introdujo en España el modelo estadounidense de las grandes salas de espectáculo. Atrás quedaban los primitivos locales de proyección, muchos de los cuales se asemejaban, salvando las distancias, a barracones de feria.

Movido por un afán de modernización y renovación, Anasagasti levantó numerosos cines en la capital (Real Cinema, Monumental Cinema, Pavón, El Cisne...) y, al mismo tiempo, reformó otros que ya existían (Gong, Príncipe Alfonso, Fuencarral...).

Lamentablemente, no se conserva casi nada de su legado. Con la excepción del Cine Pavón, que fue recuperado para el teatro, todos los demás o han desaparecido o han sido objeto de profundas remodelaciones, que han desvirtuado su trazado original.


Teodoro Anasagasti: proyecto del Real Cinema.

Centrémonos en el Real Cinema, el primer cine diseñado por Teodoro Anasagasti. Su construcción empezó en 1918, con un presupuesto de más dos millones de pesetas, que aportó la empresa Sagarra, propietaria también de otras salas que vendrían más adelante, como el Monumental (1923).

El 15 de mayo de 1920, coincidiendo con la festividad de San Isidro, el rey Alfonso XIII procedió a inaugurarlo con la proyección del programa Francia pintoresca, El cuarto número 23, La hija del Plata y Las vacaciones de Solly.

Llegó a ser el mayor cine de España, con una capacidad para unas 2.000 personas, distribuidas en 1.000 butacas en el patio, 54 palcos (cuatro de ellos reservados a la realeza) y 700 asientos en la parte del anfiteatro. Además, se sumaban 800 localidades en la terraza superior, donde en 1923 fue habilitado un cine de verano.


Años veinte del siglo XX.

El Real Cinema fijó una nueva tipología de sala cinematográfica: un establecimiento cómodo y espacioso, dotado de amplios vestíbulos, servicio de bar y un enorme patio de butacas dispuesto en filas paralelas, con uno o más anfiteatros enfrentados al escenario, en lugar de la clásica planta de herradura rodeada de palcos.

Fue un proyecto verdaderamente revolucionario, no solo desde el punto de vista arquitectónico, sino también en términos sociológicos. Para empezar, consiguió llevar hasta el cine a las clases altas, hasta entonces no demasiado motivadas por esta industria, tal vez por el planteamiento excesivamente popular de los primeros locales de proyección.

El Real Cinema pronto se convirtió en el cine de la nobleza. Su suntuosa y elegante decoración, unida a un enclave inmejorable, en plena Plaza de Isabel II, constituyó un poderoso reclamo para este sector de la población. Por no hablar del prestigio que alcanzó su bar, alrededor del cual se celebraban veladas organizadas, como los llamados "Lunes aristocráticos".


Año 1931. Ortega y Gasset durante la conferencia 'Rectificación de la República'.

La llegada de la Segunda República en 1931 supuso el comienzo de una nueva etapa. El local fue bautizado con el nombre de Cine de la Ópera y en él tuvieron lugar diversos actos culturales y políticos, como la mítica conferencia que José Ortega y Gasset pronunció el 6 de diciembre de 1931, en la que el filósofo dio a conocer su distanciamiento de los postulados republicanos.

Con el estallido de la Guerra Civil en 1936, el edificio sufrió daños de consideración, que motivaron su cierre hasta el año 1943. Más adelante, en la década de los sesenta, se tomó la decisión de demolerlo completamente y reconstruirlo de nueva planta, para adaptarlo a las necesidades de los nuevos tiempos.


Daños provocados por la guerra.

Una de sus últimas reformas tuvo lugar en 1992, con la creación de un complejo multicine de cuatro salas, que solamente duró hasta 1998. En este año fue reconvertido en teatro, aunque también se simultaneaba alguna que otra exhibición cinematográfica. En la actualidad se encuentra cerrado a cal y canto, como tantos otros cines madrileños.

El edificio que ha llegado a nuestros días poco tiene que ver con el que ideó Anasagasti. Nada queda de su singular fachada, planteada eclécticamente, en la que se mezclaban elementos historicistas con toques modernistas, que eran especialmente visibles en la torre angular.

Tampoco queda nada de su espléndido interior, conseguido a partir de estructuras porticadas de hormigón, material del que el arquitecto fue pionero en nuestro país y que le permitió encontrar soluciones muy eficaces en la organización de grandes espacios.



Y terminamos con unas palabras del propio Teodoro Anasagasti sobre Madrid y la modernidad, sin saber que la ciudad en la que se formó y desarrolló su carrera iba a destruir o desvirtuar buena parte de sus creaciones:

"Madrid, a veces, suele oponerse por temperamento a las innovaciones; pero, una vez que se da cuenta del adelanto, de la comodidad, de la utilidad de lo nuevo, suele aceptarlo con verdadera complacencia".

"Madrid tiene, pues, un apetente temperamento de novedades, por más que algunos sigan llamándole rutinario y atrasado. Nadie, ni un ciego, puede negar el afán con que se lanza sobre todo lo moderno".


El Real Cinema en el año 2013.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Feliz cumpleaños, Constitución

Animados por Carlos Osorio, autor del magnífico blog Caminando por Madrid, dedicamos esta entrada a la Constitución de 1978, que hoy viernes cumple 35 años. Queremos felicitarla y celebrar por todo lo alto el marco de libertades que trajo a nuestro país, gracias al cual los españoles nos hemos dado el periodo democrático más prolongado de nuestra historia.


Monumento a la Constitución. Fuente: Ayuntamiento de Madrid.

Tal vez le hagan falta algunos retoques, pero su esencia continúa viva, por más que, en el momento actual, surjan voces críticas que cuestionen su vigencia. Son muchos los derechos que la Constitución reconoce y, aunque parezca que siempre han estado ahí, solo llevan con nosotros unos cuantos decenios.

Incluso se hace eco de la necesidad de proteger el patrimonio, un aspecto que, dada la naturaleza de Pasión por Madrid, destacamos especialmente. No se trata, ni mucho menos, del principio más importante recogido en la Carta Magna, pero el mero hecho de figurar en ella lo convierte en fundamental.

"Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio" (artículo 46).

Ojalá no se les olvide a nuestros gobernantes.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Fuentes de Pedro de Ribera

Pedro de Ribera (1681-1742) es una figura imprescindible de la arquitectura barroca. Su estilo queda definido por un dinamismo desbordante, que deriva de la utilización de las líneas curvas como principal y casi única materia expresiva, con un lenguaje marcadamente escultórico y absolutamente personal.

No puede concebirse Madrid sin Ribera y tampoco puede concebirse a Ribera sin Madrid, la ciudad donde vio la luz en 1681 y donde desarrolló la mayor parte de su carrera, en el ejercicio de diferentes cargos municipales, entre ellos el de Maestro Mayor de Obras y Fuentes de la Villa y de sus Viajes de Agua, que alcanzó en 1725.

Su legado comprende todo tipo de edificios, desde palacios, iglesias y conventos hasta teatros, cuarteles y hospicios, además de numerosas infraestructuras, como puentes, caminos y conducciones de agua. Pero vamos a dejar todo ello de lado para centrarnos en una de sus facetas más desconocidas, la de constructor de fuentes.

Fuentes para el Paseo Nuevo

Siguiendo un orden cronológico, comenzamos con dos pequeñas fuentes diseñadas en 1716, que, lamentablemente, nunca llegaron a realizarse. Fueron proyectadas para el Paseo Nuevo (actual Paseo de la Virgen del Puerto), uno de los primeros trabajos urbanísticos que Pedro de Ribera asumió en su vida.



Un dibujo conservado en la Biblioteca Nacional nos permite hacernos una idea de su aspecto. Aunque figura como anónimo, la investigadora Matilde Verdú no duda en atribuírselo a Ribera: "la mano del artista se adivina en su trazo ágil y entrecortado, en la sutil vivacidad de sus contornos, en su fluidez de líneas contracurvadas y en su combinación de rectas y curvas".

Fuentes del Puente de Toledo

Pedro de Ribera empezó a construir el Puente de Toledo en 1715. En 1722, cuando aún quedaban cinco años para que terminasen las obras, incorporó varios elementos decorativos, entre los que cabe destacar los templetes que embellecen el pretil y dos fuentecillas situadas a ambos lados de la embocadura, junto a la actual Glorieta de Pirámides.

En palabras de Verdú, estas fuentes "son un prodigio imaginativo y técnico". Están formadas por "un incesante fluir de líneas contracurvadas y perfiles quebrados, de carnosos elementos naturalistas", en los que "el mundo real ha sido desbordado por el genio creador de nuestro artista".



Fuente de la Mariblanca

En 1727 Pedro de Ribera recibió el encargo de sustituir la Fuente de las Arpías, situada en la Puerta del Sol, que había sido proyectada un siglo antes por el escultor italiano Rutilio Gaci.

Si bien el arquitecto madrileño aprovechó algunos elementos de la construcción primitiva, rehizo completamente el trabajo de su antecesor, debido a su deterioro. Apostó por una composición más esbelta y baja, en la línea de la que, años después, propondría para la Fuente de la Fama, aunque mucho más contenida que ésta.



Con respecto a la decoración, bien es cierto que eliminó buena parte de los ornatos ideados por Gaci, como las arpías, que fueron sustituidas por delfines, pero también es verdad que mantuvo otros muchos, como los mascarones con surtidor o la escultura que remataba el conjunto.

Ésta no era otra que la Mariblanca, la célebre estatua de mármol blanco, posiblemente una representación de Venus, que fue importada de Italia en 1619 y que ahora mismo se encuentra en la Casa de la Villa, después de sufrir todo tipo de avatares y numerosos traslados.

La fuente diseñada por Ribera fue demolida en 1838, décadas antes de que se procediera a la gran reforma de la Puerta del Sol, que dio lugar a su actual trazado. La Mariblanca es el único resto que ha llegado hasta nosotros.



Fuente de la Fama

Nuestro próximo destino son los Jardines del Arquitecto Ribera, próximos a la Calle de Fuencarral, donde se encuentra la Fuente de la Fama, la única fontana de gran tamaño que conservamos del artista.

La fuente se levantó inicialmente en la Plaza de Antón Martín, a expensas de las nuevas aguas incorporadas a la ciudad gracias a distintas obras de captación y conducción dirigidas por Ribera. El arquitecto hizo el proyecto en 1730 y, dos años después, el cantero Pedro de la Piedra dio por terminados los trabajos. Los grupos escultóricos fueron realizados por Juan Bautista.

En 1879 se tomó la decisión de desmontarla. Tras varios decenios olvidada en los depósitos municipales, fue recompuesta y llevada al Parque del Oeste. Con el inicio de la Guerra Civil (1936-39) fue nuevamente desmantelada, hasta que, en 1941, fue trasladada a su enclave actual, junto a una de las obras maestras de Ribera, el antiguo Hospicio de San Fernando.


La Fuente de la Fama se asienta sobre un pilón tetralobulado, desde el que emerge un pedestal que se apoya sobre cuatro delfines con surtidores. Cuatro niños protegidos con veneras custodian su parte central, mientras que en la coronación descansa una imagen de la Fama, blandiendo una trompeta.

Los motivos decorativos son tan numerosos como excelsos. Escudos, hornacinas con floreros, volutas, adornos naturalistas... dan forma a una composición de enorme plasticidad, que, pese a compartir un esquema muy similar al de la Fuente de la Mariblanca, significa un paso hacia adelante en la capacidad expresiva de Ribera.

Otras fuentes

En su condición de Maestro Mayor de Obras y Fuentes de la Villa y de sus Viajes de Agua, Pedro de Ribera actuó en la práctica totalidad de fontanas que existían en Madrid en su época, con trabajos menores, tendentes al mantenimiento y a la reparación.

En otros casos, como los de las fuentes de la Calle de Valverde, del Cura, de Matalobos y de San Antonio de los Portugueses, realizó una intervención algo más profunda, remodelando total o parcialmente su estructura.

Además de las fuentes que hemos visto más arriba, todas ellas de porte monumental, Ribera construyó otras más modestas, como la de la Red de San Luis y la de la Plaza de San Juan.

Bibliografía

La obra municipal de Pedro de Ribera, de Matilde Verdú Ruiz. Ayuntamiento de Madrid (Área de Urbanismo e Infraestructuras). Madrid, 1988

La ermita madrileña de la Virgen del Puerto, una brillante aportación del arquitecto Pedro de Ribera, de Matilde Verdú Ruiz. Villa de Madrid, núm. 104. Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1991