lunes, 30 de junio de 2014

¿Una portada inédita de Pedro de Ribera?

La semana pasada salió a la luz una inesperada noticia. Pedro de Ribera (1681-1742), artífice de edificios tan indispensables para la arquitectura madrileña como el Cuartel del Conde Duque, el Puente de Toledo o el Museo de Historia, pudo haber intervenido en el Palacio de los Vargas, de la Casa de Campo, concretamente sobre su fachada sur.


El Palacio de los Vargas hacia 1911-1915.

Así se desprende de la investigación realizada por Luis de Vicente y Rafael Pulido, dos integrantes de la plataforma Salvemos la Casa de Campo, que han encontrado en el Archivo General del Palacio Real un documento de 1730, dirigido a Felipe V, en el que se intuye la presencia de Ribera.

En este escrito se le informa al rey de "un diseño que le ha entregado el Maestro Mayor de la Obra que es menester hacer en la Casa de Campo, en la fachada que mira al mediodía en la línea que están las columnas y arcos de medio punto, por estar muy maltratadas y amenazando ruina".


Detalle de la fachada sur en una fotografía anterior a 1936.

Según los citados autores, Pedro de Ribera pudo haber asumido este trabajo, no solo porque en esos momentos desempeñaba el cargo de Maestro Mayor de Obras, sino también por su sólido conocimiento de la zona, al haber proyectado el Paseo de la Virgen del Puerto justo enfrente de la Casa de Campo, además del Puente Verde de la Florida.

De la posible actuación de Ribera apenas quedaría la portada principal, el único elemento que Francesco Sabatini (1722-1797) decidió conservar cuando, en 1767, recibió el encargo de reformar el palacete. El arquitecto italiano le dio al edificio una severa apariencia neoclásica, que es, más o menos, la que ha llegado a nuestros días, con permiso de las desafortunadas remodelaciones acometidas en el siglo XX.


Fotografía de Santi Burgos publicada por 'El País' en enero de 2014.

Más allá de lo poco que ha salido publicado en prensa, desconocemos los detalles de la investigación desarrollada por Salvemos la Casa de Campo. De ahí que nos surjan algunas dudas, que planteamos a continuación, confesando nuestra ignorancia y desde el más profundo respeto y admiración al esfuerzo documental realizado.

Es cierto que Ribera tenía el título de Maestro Mayor de Obras en aquellas fechas, pero lo era de la villa, no de la Corona, a la que pertenecían las posesiones de la Casa de Campo. Esta vinculación directa con el consistorio no le hubiese impedido participar en las obras reales, como de hecho ha ocurrido con otros arquitectos municipales, pero probablemente no en el caso de Felipe V, que, acostumbrado al gusto francés, siempre se mostró reacio al barroco castizo.

También nos llama la atención la factura de la portada, demasiado simple teniendo en cuenta las preferencias churriguerescas de Ribera, más aún en ese momento culminante de su carrera. Ni siquiera en su etapa inicial encontramos tal contención compositiva, como podemos observar en la imagen inferior, correspondiente a la Ermita de la Virgen del Puerto (1716-1718), una de sus primeras creaciones.


Ermita de la Virgen del Puerto.

Tal vez Ribera optó por la moderación, no solo para no desairar al monarca, sino también buscando un encaje más apropiado con el trazado original del palacete, de origen renacentista. O tal vez se mantuvo fiel a su estilo genuino, levantando una portada de fuerte expresividad, que posteriormente Sabatini mutilaría para adaptarla a su diseño.


La portada andamiada, el pasado 27 de junio.

El Palacio de los Vargas es uno de los edificios más antiguos que tenemos en Madrid. No está claro cuándo pudo ser construido, aunque Fray Lorenzo de Nicolás (Arte y uso de la arquitectura, 1663)
da la fecha de 1519. Tampoco se sabe quién fue su autor y la atribución al alarife Antonio de Madrid que hacen algunos investigadores es solo una conjetura.

Sí parece cierto que su promotor fue Francisco de Vargas y que su nieto, Fadrique de Vargas, fue quien se la vendió al rey Felipe II en el año 1562. El monarca previamente había adquirido los bosques colindantes, en lo que se acabaría conociendo genéricamente como la Real Casa de Campo, nombre que inicialmente se aplicaba únicamente al palacete.

Hoy día el inmueble se encuentra en obras, dirigidas a detener los graves deterioros que afectan a su estructura. Aunque estos trabajos se encuadran dentro de un mero plan de mantenimiento, se están efectuando estudios arqueológicos que bien podrían ser aprovechados para impulsar una auténtica recuperación de las huellas renacentistas y neoclásicas del palacio. Estaremos atentos a su evolución, pero no alimentamos ninguna esperanza de que así sea.

lunes, 23 de junio de 2014

Puerta del Sol 1, de hotel a tienda tecnológica

El histórico edificio del número 1 de la Puerta del Sol inicia una nueva etapa, tras la inauguración el pasado sábado de una tienda de Apple, la cuarta que la multinacional estadounidense abre en la Comunidad de Madrid.
















La puesta en marcha de este centro ha venido precedida de un largo proceso de rehabilitación, que dio comienzo a principios de 2012, cuando la administración autorizó el cambio de uso de este viejo inmueble, ocupado durante más de 140 años por el mítico Hotel París (o Grand Hôtel de París, como se llamó inicialmente).

Considerado como el primer establecimiento hotelero de la capital, este hotel se empezó a construir en 1862 sobre el solar más caro de la Puerta del Sol, donde antes estuvo el Hospital del Buen Suceso, que había sido derribado ocho años antes. Su promotor fue Lamberto Fontanella, propietario de la parcela, y su arquitecto Jerónimo de la Gándara, quien dejó listo el edificio en 1864.

Fue un hotel de calidad, con una clara influencia francesa en su decoración y servicios, que apenas tuvo competencia en sus cuatro primeras décadas de existencia. Con la apertura del Ritz (1910) y del Palace (1912) comenzó su decadencia, que se agravaría con el estallido de la Guerra Civil (1936-39). Aún así logró sobrevivir hasta 2006, cuando fue vendido a Apple por 80 millones de euros.



Aunque la remodelación llevada a cabo ha sido muy respetuosa con la fachada, ha introducido cambios muy significativos sobre el paisaje urbano, al condicionar el traslado del rótulo luminoso de Tío Pepe, toda una referencia de ese flanco de la plaza.



La parte interior también ha sido modificada sustancialmente. Se han tirado muros y tabiques para la creación de espacios diáfanos en las dos primeras plantas, que, de las seis que tiene el edificio, son las únicas que están dedicadas a la venta.



El vaciado no ha impedido que el local transmita una cierta atmósfera decimonónica, gracias a que se han conservado algunos elementos primitivos, que, lejos de lo que pudiera pensarse, encuentran un perfecto encaje en el contexto tecnológico de la tienda. Es el caso de las vigas de hierro del techo, que se combinan con láminas de madera de nueva incorporación, y de las columnas del mismo material.



El patio de luces ha sido cubierto en su primer piso con un lucernario, que va en la línea de los forjados originales, y que permite la entrada de la luz natural. Junto a él, una escalera de hierro y madera facilita la comunicación de las dos plantas comerciales, así como del sótano.



Mención especial merece este último recinto, donde se han acondicionado diferentes salas de reuniones. No es accesible al público en general, sino a quienes se inscriban en los cursos y conferencias que Apple tiene previsto desarrollar.

No hemos tenido ocasión de visitarlo, pero nos atrevemos a calificarlo como la joya de la rehabilitación. Aquí se encuentra el sótano abovedado del Hotel París y debajo de él los cimientos del Hospital del Buen Suceso, que afloraron en el verano de 2013 y que, pese a su relevancia, no han sido musealizados, por indicaciones expresas de la Dirección General de Patrimonio Histórico.


Fotografía publicada por 'El País' el 10 de julio de 2013.

Una decisión sorprendente y, desde luego, muy cuestionable, por cuanto nos priva a los madrileños de poder contemplar estos importantes restos arqueológicos. En lugar de paneles de cristal, la Comunidad de Madrid recomendó cubrirlos y que la pavimentación reflejara simbólicamente, por medio de un dibujo, el recorrido de la cimentación.


Fotografía publicada en el portal inmobiliario Idealista.

lunes, 16 de junio de 2014

Los jardines del Distrito Telefónica

El Distrito Telefónica fue levantado entre 2004 y 2008 por el arquitecto Rafael de la Hoz, en el barrio madrileño de Las Tablas. Planteado como un campus, en el que se integran trece edificios, se trata de una de las sedes empresariales más grandes de Europa, con un total de 140.000 metros cuadrados construidos, si bien el solar sobre el que se asienta se eleva a 370.000 metros cuadrados.

















Mucho se ha hablado de este complejo, pero muy poco de sus jardines, una pieza clave del proyecto arquitectónico, no solo por sus valores paisajísticos, sino porque son depositarios del concepto de campus antes mencionado. Sus más de 168.000 metros cuadrados dan cuenta de la importancia que tienen dentro del conjunto.

Los jardines fueron proyectados por James Braybrook, a partir de distintos principios rectores que tratan de interpretar la identidad corporativa de Telefónica.

El carácter multinacional de la compañía queda plasmado en los patios exteriores, llamados Jardines de la Diversidad precisamente por ello, mientras que su origen español se transmite a través del patio central, donde confluyen elementos de la historia de la jardinería de nuestro país.

















El propio diseño de este patio como un espacio cerrado y protegido es todo un guiño a la tradición hispana, al igual que el tratamiento que se hace del agua, de clara inspiración andalusí, o la existencia de plazas pequeñas y recogidas, así como de pasarelas, que evocan las existentes en los Reales Alcázares de Sevilla.

















La idea de vanguardia, otro de los valores que Telefónica intenta comunicar con su imagen, se apoya en la formalidad ortogonal del trazado, además de en la utilización de materiales innovadores, que subrayan la pureza de líneas. Y el hecho de que los jardines sean accesibles al público en general, no solamente a los empleados, refuerza el afán de apertura de la empresa.




Todo ello con el principio de la sostenibilidad como eje vertebrador. La inclusión de sistemas que permiten el aprovechamiento de las aguas pluviales y residuales, la sustitución de las superficies duras por pavimentos flexibles o el esfuerzo realizado para adaptar los recursos a los factores bioclimáticos son algunos ejemplos que ilustran esta directriz.

















Los jardines constan de cinco áreas fundamentales: los Jardines de la Diversidad, el Parque de las Comunicaciones, los Jardines de los Caños, los Miradores de Magnolias y los Espacios de Trabajo.

Jardines de la Diversidad

Bajo este nombre genérico se agrupan cuatro patios independientes, uno por cada punto cardinal, que cumplen la función de facilitar el acceso tanto a los edificios principales como al patio central. Son espacios abiertos al exterior, más cercanos al concepto de plaza que al de jardín, que tienen la particularidad de estar cubiertos con una enorme marquesina.

















Cada uno de ellos ha recibido un tratamiento individualizado, en función de las condiciones ambientales que determina su orientación geográfica. Los situados al norte y al este, en zonas de sombra, han sido poblados con especies caducifolias, como el abedul, el arce o el tupelo, acostumbradas a la humedad. En los patios del sur y del oeste, más soleados, hay granados, palmeras e, incluso, arbustos asiáticos.


















Al igual que en las restantes áreas, el agua define la fisonomía de estos cuatro jardines. El líquido elemento llega a cada jardín por medio de un canal y cae en un estanque, en el que se han habilitado pequeñas isletas para plantaciones de árboles. Después resbala por una pared vertical y se deposita en otro estanque, situado en un nivel inferior.

Parque de las Comunicaciones

El Parque de las Comunicaciones tiene acceso directo desde los patios de sombra (norte y el este) e indirecto desde los patios de sol (sur y oeste). Su especie vegetal dominante son los almeces, que se distribuyen en hileras formando un bosque geometrizado. Bajo el mismo se extienden parterres de plantas tapizantes, atravesados por caminos y pequeñas plazas, pensadas para el descanso.

















En el centro del bosque se abre un enorme claro, ocupado en su mayor parte por un lago de planta rectangular, del que emana un surtidor. Alrededor de éste el terreno se escalona, configurándose una especie de anfiteatro vegetal, que enmarca la lámina de agua y pone el contrapunto a las edificaciones.

















Jardines de los Caños

El lago que acabamos de citar se alimenta de varias canalizaciones que provienen de los Jardines de los Caños, llamados así por las fuentes allí instaladas. Éstas consisten en sencillos pilones, de clara influencia hispano-árabe, que se mantienen llenos gracias al vertido de varios caños.

















Son jardines aterrazados, más ligeros que los anteriores, con una vegetación exhuberante. Destacan especies como el arce japonés, el árbol del hierro o el bambú enano.

Miradores de Magnolias

Los Miradores de Magnolias se conciben como un lugar intermedio entre los patios de sol (sur y oeste) y el patio central. Su ubicación en un nivel superior permite contemplar unas magníficas vistas del Parque de las Comunicaciones.



Espacios de Trabajo

Son plazas de jabre -un material arenoso procedente de la disgregación del granito-, enclavadas en puntos periféricos del Parque de las Comunicaciones. Han sido adornadas con especies características de zonas secas, combinadas con plantaciones florales.

lunes, 9 de junio de 2014

Tres pinturas, tres fotografías, tres fuentes

Emprendemos un viaje por el pasado de la mano de tres pinturas y otras tantas fotografías, que nos van a permitir conocer el aspecto de tres viejas fuentes, dos de ellas desaparecidas, ubicadas en los paseos de la Florida y de las Delicias.

Fuente de los Mascarones

Empezamos con La bollera de la fuente de la Puerta de San Vicente, un cuadro conservado en el Museo del Prado, que José del Castillo pintó hacia 1780. En él aparece la Fuente de los Mascarones, que el arquitecto italiano Francesco Sabatini había levantado cinco años antes.

La fuente se encontraba al comienzo del Paseo de la Florida, en la actual Glorieta de San Vicente, enfrente de la puerta del mismo nombre, cuyo autor fue igualmente Sabatini.

No duró apenas un siglo, ya que en 1871 se decretó su derribo para facilitar la construcción del Asilo de Lavanderas.

Constaba de un único cuerpo, en cuyos cuatro frentes había un mascarón, del que brotaba agua en dirección a una concha invertida, para después caer sobre un pilón lobulado.

La parte superior estaba presidida por la figura de un niño a lomos de un delfín, con un surtidor en la boca. Los grupos escultóricos fueron ejecutados por Francisco Gutiérrez.

De este espléndido conjunto existe una elocuente fotografía, realizada en el año 1868 por Alfonso Begué, a quien el consistorio madrileño encomendó plasmar todas las fuentes vecinales y de ornato que había entonces en la villa.


















Fuente de las Delicias

La segunda pintura que analizamos es la titulada Fuente pública en Madrid, una obra de 1875 de Casimiro Sainz y Saiz, que se guarda en el Museo de Historia. En ella puede verse la fuente barroca del Paseo de las Delicias, una vía que, en aquellos momentos, discurría por un entorno silvestre, sin apenas edificaciones.

El pintor cántabro, al que dedicaremos un reportaje próximamente, por sus numerosas conexiones con la capital, se valió de su técnica preciosista, característica de su primera etapa, para reflejar una escena costumbrista de aguadores y muleros.

















Poco sabemos sobre el origen de esta fuente, más allá de la suposición de que pudo haber sido realizada en las últimas décadas del siglo XVIII, a tenor de su trazado. La presencia de conchas invertidas revela una cierta influencia de la Fuente de los Mascarones, de la que pudo ser coetánea.

En la segunda década del siglo XX fue trasladada a la Plaza de Nicolás Salmerón (actual Plaza de Cascorro), tras la eliminación del llamado Tapón del Rastro. Con este nombre era conocida una manzana de siete casas que entorpecía el paso, cuyo derribo en 1913 dio lugar a la plaza que hoy día sirve de entrada al popular mercado.

La fuente fue colocada en la embocadura de la Calle de los Estudios, según puede apreciarse en una sugerente fotografía de L. Huidobro, fechada posiblemente en 1927, que reproducimos a continuación. Hoy día preside el parterre principal del Parque de María Eva Duarte de Perón, cercano a la Plaza de Manuel Becerra, a donde fue llevada a mediados del siglo XX.


















Fuente de los Once Caños

Regresamos al Paseo de la Florida, donde se hallaba la decimonónica Fuente de los Once Caños, llamada así porque tenía ese número de surtidores, aunque los cronistas de la época se lamentaban de que solamente funcionasen cinco. Fue proyectada en 1829.

Casimiro Sainz y Saiz plasmó su silueta trasera en el óleo En la fuente de San Antonio de la Florida, perteneciente a una colección particular. Lo pintó en 1877, apenas dos años después de finalizar el cuadro que hemos visto más arriba.

A pesar del poco tiempo transcurrido entre ambas obras, su estilo ha cambiado radicalmente: la preocupación por el detalle deja paso a una atmósfera misteriosa, casi romántica, creada a partir de contadas gamas cromáticas, que parecen filtrar la luz.

La Fuente de los Once Caños estaba delante de la Ermita de San Antonio de la Florida, en las inmediaciones del desaparecido Puente Verde. Como se observa en la fotografía inferior, tomada por Alfonso Begué en 1864, estaba formada por un cuerpo central, en el que se abría una hornacina con una cabeza de león en su interior, y dos tramos laterales, cada uno de ellos con cinco caños.

lunes, 2 de junio de 2014

Los jardines renacentistas del Real Alcázar (3): la Huerta de la Priora y otros jardines

Finalizamos la serie dedicada a los jardines que Felipe II (1528-1598) impulsó en el Real Alcázar de Madrid con la Huerta de la Priora. También haremos referencia al Jardín de las Infantas y a otros jardines de menor entidad o menos documentados, fechados en la misma época.

Huerta de la Priora

La Huerta de la Priora fue anexionada a las posesiones reales en el año 1556, aunque el jardín como tal no empezó a construirse hasta 1567. Se trataba de una antigua huerta de origen medieval, asentada sobre unos terrenos muy irregulares, que tuvieron que ser nivelados para poder ser ajardinados.


Plano del Real Alcázar, con la Huerta de la Priora en tonos rojos. Fuente: 'El Alcázar de Madrid', de José Manuel Barbeito (1992).

Tenía una superficie aproximada de 17.000 metros cuadrados, que se extendían por la parte nordeste del Real Alcázar. Sus límites septentrionales los marcaba el actual Monasterio de la Encarnación y los meridionales la desaparecida Casa del Tesoro, un complejo arquitectónico anejo al palacio, en el que se albergaban diferentes servicios vinculados con la Corte.

Tomaba su nombre de la Fuente de la Priora, ubicada muy cerca de la Encarnación, una pieza clave en todo el entramado de jardines del alcázar, ya que de ella dependía el riego. Al ser de titularidad pública, la Corona se vio obligada a negociar con el municipio la cesión de una parte de sus aguas, así como del remanente de los Caños del Peral.

Alrededor de la Fuente de la Priora se articuló un sistema de canalizaciones, que alimentaba las plantaciones y fuentes de ornato, mientras que el agua sobrante era desviada hacia el Arroyo de Leganitos. Las obras de estas conducciones fueron encargadas al alarife Joan Prieto y debieron dar comienzo en 1568. La posterior construcción de un estanque (1593-96) mejoró notablemente el suministro de agua.

La Huerta de la Priora en el plano de Pedro Teixeira (1656).

La función principal de la Huerta de la Priora era la producción de hortalizas y frutas para el abastecimiento de la familia real, aunque también había zonas ajardinadas que tenían un uso meramente recreativo. Estaba organizada en grandes cuarteles (seis u ocho, según los planos), que se reservaban a los cultivos, preferentemente de árboles frutales. Cada uno de ellos tenía una fuente ornamental.

A pesar de los movimientos de tierra realizados, el jardín había quedado en una cota inferior a la de los terrenos colindantes. Para salvar el desnivel que le separaba de la Fuente de la Priora, tuvo que levantarse un paredón por la parte septentrional. El encargo recayó sobre Juan de Herrera (1530-1597), tras la muerte de Juan Bautista de Toledo, en 1567.

Por el lado occidental había también una cerca, mientras que, por el meridional, se elevaba la Casa del Tesoro, nombre con el que se conocía genéricamente al complejo formado por las Casas de Oficios, las Cocinas Nuevas y la propia Casa del Tesoro, tal y como se ha apuntado más arriba.


El Real Alcázar y la Casa del Tesoro en el plano de Antonio Mancelli (1614-1622). Detalle del ejemplar de la Biblioteca Regional de Madrid, impreso hacia 1657.

Hacia el este, donde emergía el caserío de la ciudad, fueron construidos varios edificios, que no solo hacían de contención, sino que también aislaban el recinto de las miradas y ruidos de la calle. Al interior tenían paredes ciegas y al exterior diversas dependencias, en una de las cuales terminaría estableciéndose, a principios del siglo XVII, la tahona y panadería del rey.

Varios años después de fundarse el Monasterio de la Encarnación (1611-1616), Felipe IV (r. 1621-1665) ordenó intervenir en esta zona para crear un corredor que comunicase directamente el alcázar con el convento. Se preservaba así la intimidad de los miembros de la familia real cada vez que acudían a sus obligaciones religiosas.

Conocido como Pasadizo de la Encarnación o Paredón de Balnadú, por su proximidad con la puerta medieval homónima o, tal vez, por haberse construido con materiales procedentes de la misma, este pasillo se convirtió en un auténtico espacio de arte. Llegó a acoger al menos 271 pinturas y esculturas, según consta en el inventario que se hizo tras la muerte de Carlos II (r. 1665-1700).

Alzado del Pasadizo de la Encarnación hacia la Huerta de la Priora. Anónimo español (1720). Biblioteca Nacional de España.

Durante el reinado de Felipe V (r. 1700-1746) estas instalaciones fueron habilitadas como sede de la Biblioteca Real de Palacio, antecedente de la Biblioteca Nacional de España, a partir de un proyecto del arquitecto Teodoro Ardemans (1661-1726).

Todo ello hizo de la Huerta de la Priora un espacio cercado por todos sus flancos, sin conexión directa con el Real Alcázar y sin ningún tipo de relación axial con el mismo, casi más próximo al concepto medieval de jardín, como un lugar cerrado y recogido, que al ideal renacentista de apertura al exterior y confluencia con la naturaleza.


Medallones con los retratos de Felipe V e Isabel de Farnesio (1727), que estuvieron instalados en la Biblioteca Real. Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

La Huerta de la Priora, el Pasadizo de la Encarnación y la Casa del Tesoro sobrevivieron al incendio del alcázar de 1734. En 1809 se decretó su destrucción y, años más tarde, se levantaría sobre su solar la Plaza de Oriente. 

Otros jardines

El Jardín de las Infantas, posteriormente llamado de la Reina, fue trazado entre 1582 y 1584. Se extendía a lo largo de unos  2.000 metros cuadrados a los pies de la fachada este del alcázar, junto a las estancias de las infantas y del príncipe. De planta rectangular, estaba delimitado en su lado norte por un murallón, en el que se abría una ventana. Su trazado respondía a un esquema ortogonal, con varios cuadros de plantaciones y una fuente ornamental.

Otros jardines impulsados por Felipe II fueron la denominada Huerta Nueva o Huerta junto a la Fuente de la Priora, que se construyó hacia 1582 cerca del paredón de Juan de Herrera, y el Jardín del Juego de Pelota, probablemente situado en las proximidades del Jardín del Cierzo.

El primer recinto llegó a contar con un huerto medicinal, surgido durante el reinado de Felipe III (r. 1598-1621), mientras que el segundo alcanzó su verdadera forma y dimensión en tiempos de Felipe IV (r. 1621-1665), cuando pasó a denominarse Jardín de las Bóvedas.


Plano del Real Alcázar, con el Jardín de las Infantas en tonos rojos. Fuente: 'El Alcázar de Madrid', de José Manuel Barbeito (1992). 

Artículos relacionados

- Los jardines renacentistas del Real Alcázar (1): el Jardín del Cierzo y El Parque
- Los jardines renacentistas del Real Alcázar (2): el Jardín del Rey

Bibliografía consultada

El jardín clásico madrileño y los Reales Sitios, de Alberto Sanz Hernando. Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 2009

El Alcázar de Madrid, de José Manuel Barbeito. COAM (Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid), Madrid, 1992

Jardines que la Comunidad de Madrid ha perdido, artículo de Carmen Ariza Muñoz. Revista Espacio, tiempo y forma, serie VII, número 14 (páginas 269-290). UNED, Madrid, 2001

De castillo a palacio: el Alcázar de Madrid en el siglo XVI, de Veronique Gerard (traducido del francés por Juan del Agua). Xarait Ediciones, Bilbao, 1984

Los viajes de agua de Madrid durante el antiguo régimen, de Virgilio Pinto Crespo (dirección), Rafael Gili Ruiz y Fernando Velasco Medina. Fundación Canal (Canal de Isabel II), Madrid, 2012

El entorno del Alcázar de Madrid durante la Baja Edad Media, de Manuel Montero Vallejo. Revista En la España medieval, número 17 (páginas 1011-1026). Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1985

De pasadizo a palacio: las casas de la Biblioteca Nacional de España. Exposición celebrada en Madrid, 2012-2013