lunes, 29 de diciembre de 2014

Los diez artículos más visitados de 2014

Cuando apenas quedan unos días para finalizar 2014, repasamos los diez artículos que han tenido un mayor número de visitas, entre los publicados en el año. De la mano de este pequeño balance, queremos desearos un montón de felicidades y buenas noticias para 2015.

'La Iglesia ortodoxa rusa de Santa María Magdalena' es la entrada más popular de 2014. Esta parroquia fue inaugurada en mayo de 2013 y, en muy poco tiempo, se ha convertido en el nuevo icono del distrito de Hortaleza.

La 'Colonia de la Prensa' se sitúa en segundo lugar. Proyectada en los años diez del siglo XX, perduran algunos edificios de estilo modernista, entre los que cabe destacar su singular entrada principal.

En tercera posición aparece la serie sobre 'Los jardines renacentistas del Real Alcázar', que consta de tres entregas: 'El Jardín del Cierzo y El Parque''El Jardín del Rey' y 'La Huerta de la Priora'.

Otros jardines, en este caso del siglo XXI, se alzan con la cuarta plaza. Se trata de los existentes en el 'Distrito Telefónica', el magno complejo diseñado por Rafael de la Hoz, en el que convergen cinco recintos ajardinados.

La quinta entrada más visitada del año 2014 lleva por título 'Seis pinturas madrileñas de Luis Paret'. El citado artista fue el principal representante en España de la pintura rococó, aunque también cultivó el neoclasicismo, sobre todo en su última etapa.

El artículo 'Los restos románicos de la Iglesia de la Almudena' analiza el origen de este enigmático templo, el primero que se levantó en la ciudad, y los escasos vestigios medievales que de él nos han llegado.
'La Puerta Norte del Jardín Botánico' fue diseñada por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785 e inaugurada cuatro años después, tras celebrarse el acto de jura del futuro Fernando VII como Príncipe de Asturias.

El reportaje 'Dos obras de Rafael de La-Hoz' se centra en dos de los últimos proyectos que el afamado arquitecto ha firmado en Madrid: la sede de A.M.A. (Agrupación Mutual Aseguradora) y el edificio de Gran Vía, 48.

La novena posición es para el artículo titulado 'Tres pinturas, tres fotografías, tres fuentes', un recorrido histórico por las fuentes de las Delicias, los Mascarones y los Once Caños, de las cuales solo se conserva la primera.

Terminamos nuestro repaso del año con el reportaje 'El interior de San Jerónimo el Real en cinco imágenes de los siglos XVIII y XIX', en el que se estudian las transformaciones sufridas por este importante templo a lo largo de los siglos.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Feliz Navidad 2014

Una vez más nos servimos del arte para dar forma a nuestra felicitación navideña. Este año elegimos esta magnífica Adoración de los Reyes de Pedro Núñez del Valle, uno de los principales representantes de la Escuela Madrileña de Pintura, que floreció durante el Siglo de Oro.


Museo del Prado. Madrid.

Pedro Núñez del Valle nació en Madrid, probablemente a finales del siglo XVI, ciudad en la que desarrolló la mayor parte de su carrera. Trabajó para la Corte en la decoración del Real Alcázar y de la Ermita de San Juan del Buen Retiro, así como para diferentes instituciones religiosas, como el desaparecido Convento de la Merced, cuyo derribo dio lugar a la actual Plaza de Tirso de Molina.

Fue uno de los pocos artistas españoles de su época que viajó a Italia para formarse. Se sabe que estuvo viviendo en Roma entre 1613 y 1614, donde entró en contacto con el tenebrismo de Miguelangelo Caravaggio (1571-1610) y el clasicismo del movimiento romano-boloñés, que surgió como oposición a aquel.

Murió en el año 1649, cuando aún no había concluido la ornamentación del Coliseo del Buen Retiro, en la que participó bajo las órdenes de Francisco Rizi (1614-1685).













La influencia italiana está presente en toda su obra y, muy visiblemente, en el cuadro que nos ocupa, que Núñez del Valle finalizó hacia 1631, sin que se conozca la persona o entidad que procedió a su encargo.

Aunque para la composición el autor se inspira en una estampa del grabador alemán Martin Schongauer (1448-1491), el tratamiento ennoblecido que le da a la escena remite a un clasicismo claro, en la línea de pintores como Guido Reni (1575-1642) o Annibale Carracci (1560-1609). Técnicamente se aproxima a Caravaggio, en especial en lo que concierne al uso de la luz.



















Con esta impresionante Adoración de los Reyes como telón de fondo, os hacemos llegar nuestros mejores deseos para esta Navidad y para el año que viene, en el que esperamos renovar nuestras ilusiones. Vaya por delante nuestro más sincero agradecimiento, por todo vuestro apoyo y fidelidad. Muchas felicidades.

Nota

El lienzo Adoración de los Reyes, de Pedro Núñez del Valle, fue adquirido en 1992 por el Museo del Prado, gracias al legado testamentario de Manuel Villaescusa Ferrero (1922-1991). Forma parte de la exposición permanente.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Los grabados del general Bacler d'Albe

Louis Albert Guislain Bacler d'Albe (1761-1824) fue un general francés que asesoró y acompañó a Napoleón Bonaparte en numerosas campañas militares. Fue también uno de los cartógrafos más importantes de su tiempo y un destacado pintor, que contribuyó a la renovación de la pintura de batallas.

Nos centramos en esta última faceta, toda vez que Bacler d’Albe nos ha legado un buen número de vistas madrileñas, que captó entre 1808 y 1809 durante dos viajes efectuados a España, en plena Guerra de la Independencia (1808-1814).

Aunque Bacler d’Albe visitó nuestro país con la idea de obtener croquis y documentos de interés topográfico, aprovechó su estancia para realizar una serie de dibujos paisajísticos, que después recopiló en dos volúmenes de grabados, publicados entre 1819 y 1822.

Muchos de ellos fueron hechos con una intención propagandística, a mayor gloria de Napoleón. Es el caso del que reproducimos a continuación, donde se muestra el paso por Somosierra de las tropas galas, con el propio emperador en el centro de la escena, mientras observa cómo se distribuye la comida a un grupo de prisioneros españoles.


'Entreé du défilé de Sommo-sierra'.

Bacler d’Albe también reflejó a los invasores atravesando el Alto del León, el otro gran paso del centro peninsular, a modo de testimonio de su fortaleza y control de las vías de comunicación. La inconfundible silueta del monumento que corona el puerto, erigido en 1749 por orden de Fernando VI, focaliza la composición, con una altura muy superior a la que tiene realmente.


'Monument élevé sur le sommet du Guadarrama, á la limite de deux Castilles'.

Además de estas estampas, dirigidas a ensalzar las hazañas napoleónicas, Bacler d’Albe hizo varias panorámicas de la capital, al más puro estilo de los vedutistas que florecieron en aquellos tiempos. Una de las más reconocibles, la cornisa sobre la que se asienta el Palacio Real, queda retratada desde la margen derecha del Manzanares.


'Le Palais du Roi à Madrid'.

El autor tuvo acceso al Real Sitio de El Pardo, que plasmó exagerando el tamaño de las montañas de la Sierra de Guadarrama, en la línea de las modas románticas de la época, muy dadas a sobredimensionar el relieve.


'Le chateau du Pardo près de Madrid'.

El romanticismo también se advierte en esta vista de la Casa de Campo, que aparece representada dentro de una atmósfera envolvente, como de ensoñación. El antiguo Palacete de los Vargas emerge desde una densa masa vegetal, mientras la estatua ecuestre de Felipe III (hoy en la Plaza Mayor) parece marcar la senda de la pareja paseante.


'La Casa del Campo près de Madrid'.

En la siguiente vista del Cerro de San Blas, donde se eleva el Observatorio Astronómico, el artista nos presenta un edificio solitario, en el que crece la maleza, siguiendo el gusto romántico por las construcciones abandonadas. No obstante, es así como debería encontrarse, habida cuenta que, durante la Guerra de la Independencia, el Observatorio fue utilizado como polvorín por los franceses.


'L'Observatoir de Madrid, transformé en magasin à poudre pendant, dans le fond le couvent d'Atotcha'.

Y terminamos con dos amables 'vedute' del Salón del Prado. En la primera puede apreciarse la Fuente de Cibeles, enmarcada por una Puerta de Alcalá de medidas desmesuradas, sobre todo en lo que respecta a su frontón central.


'La Fontaine de Cibèle à la Porte d'Alcala à Madrid'.

En la segunda, dedicada a la Fuente de Neptuno, Bacler d'Albe realiza una interpretación libre, alterando el diseño de los grupos escultóricos y dotándoles de un dinamismo barroco, ciertamente alejado del concepto neoclásico original.

'La Fontaine de Neptune et la promenade du Prado à Madrid'.

Nota

Los dibujos de Bacler d'Albe reproducidos en el presente artículo son litografías de Engelmann, impresas entre los años 1820 y 1822.

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lunes, 8 de diciembre de 2014

Los pozos artesianos de El Pardo

Rastreando por Internet, nos hemos encontrado con la singular torre que podemos apreciar en la postal inferior. Y aunque no hemos podido averiguar mucho sobre su autoría o su ubicación exacta, sí que hemos podido saber que se trataba de uno de los muchos pozos artesianos que se perforaron en El Pardo a principios del siglo XX.


Postal de 1913.

La construcción de estos pozos se empezó a gestar en el año 1904, cuando el rey Alfonso XIII tomó la decisión de impulsar la agricultura y la ganadería en el Real Sitio, hasta entonces prácticamente inexistentes.

El encargo recayó sobre Rafael Janini Janini, ingeniero agrónomo de la Real Casa y Patrimonio, quien, desde un primer momento, dirigió sus esfuerzos a la localización de aguas subterráneas, enfrentándose a la opinión mayoritaria de que El Pardo carecía de ellas. Contó con la colaboración del perito agrícola Silvino Maupoey.

Después de un largo periodo de estudio, que dio como resultado la apertura en 1906 de un pozo a cielo abierto, la primera perforación artesiana como tal pudo llevarse a cabo a mediados del año 1908.


Foto publicada por la revista 'Ibérica' (1914).

Para los tres primeros pozos se empleó un rundimentario trépano con cuchara, accionado por vapor, que fue sustituido posteriormente por una maquinaria como la que nos muestra la fotografía superior, similar a la que se utilizaba en Estados Unidos para las extracciones petrolíferas. Su coste ascendió a 32.526 pesetas.

Hasta 1913 se estuvieron excavando pozos, probablemente un total de diecisiete. Algunos de ellos tenían surtidores realmente espectaculares, de más de veinte metros de altura sobre el ras del suelo, y otros provocaban caprichosos juegos de agua, dignos de una fuente ornamental.

Fotos publicadas por la revista 'Ibérica' (1914).

Además fueron levantadas cuatro instalaciones de bombas electrohidráulicas, que permitían elevar, en el caso de los grupos más potentes, entre 3.300 y 6.000 litros de agua por minuto.

Todo ello hizo posible la habilitación de 500 hectáreas de secano y 187 de regadío, que permitían el cultivo de trigo, cebada, avena, centeno, almortas, habas, patatas, garbanzos, algarrobas, alfalfa, maíz, nabos y remolacha, entre otras plantaciones.

A algunos de estos pozos les fueron añadidos, posiblemente en los años treinta o cuarenta del siglo XX, aljibes soportados sobre estructuras de vigas metálicas, como así ocurrió con el que estaba situado dentro del recinto del antiguo Cuartel de Guardias de Corps.

Poco queda de aquel legado, más allá de ciertas bocas metálicas que se encuentran diseminadas por el monte. Uno de los pozos que se conserva es el que surtía de agua a la Fuente Blanca o Fuente de Valpalomero, construida en un paraje agreste durante la Segunda República (1931-1939) y trasladada en la década de los noventa a unos jardines cercanos al palacio.



Con respecto al pozo con el que hemos iniciado el presente artículo, no podemos añadir mucho más. Tan solo que su silueta nos ha evocado al Primer depósito elevado del Canal de Isabel II, erigido entre 1908 y 1911, en un momento en el que la arquitectura industrial tenía un profundo sentido de la estética, más allá de la mera funcionalidad.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Ocho paisajes madrileños de la época de las vanguardias

Madrid siempre ha sido un tema recurrente en la pintura paisajista española, incluso en la denominada época de las vanguardias, cuando el concepto de arte experimentó una profunda mutación. Repasamos algunos de los ismos artísticos que surgieron en las primeras décadas del siglo XX, por medio de ocho paisajes inspirados en nuestra ciudad y su entorno.

Impresionismo

Aunque muchos autores no consideran el impresionismo parte de las vanguardias, sino el antecedente contra el cual reaccionaron aquellas, nadie pone en duda que fue un punto de inflexión para la historia del arte. En España esta corriente la abanderó Joaquín Sorolla (1863-1923), que incluso fue un paso más allá al profundizar en el llamado luminismo.

En El Guadarrama visto desde La Angorrilla (1906-1907), uno de los numerosos cuadros que el artista levantino hizo durante sus visitas al Monte de El Pardo, daba cuenta de su preocupación por la luz, al tiempo que hacía una reivindicación de la pintura al aire libre como fundamento creativo.


Museo Sorolla, Madrid.

Benjamín Palencia (1894-1980) también abrazó el impresionismo en los primeros años de su carrera, aunque después evolucionaría hacia el surrealismo, el cubismo, el constructivismo, el naturalismo y el fauvismo. En La Estación del Norte (1918) se apoya en el citado movimiento para “envolver de luz madrileña”, como él mismo llegó a decir, una escena cotidiana. 


Museo de Albacete.

La reacción contra el luminismo

Contemporáneo de Sorolla, Enrique Martínez Cubells (1847-1947) practicó una pintura realista, que, aunque alejada de las vanguardias, entroncaba con éstas por su espíritu experimentador. Movido por este afán, buscó su propia personalidad fuera del pintoresquismo de los circuitos comerciales y del luminismo que su coetáneo había puesto de moda.

El lienzo La Puerta del Sol (1902) es un buen ejemplo de este doble interés, al reflejar un ambiente cosmopolita, más propio de las grandes urbes europeas que de la castiza capital, y además dentro de una atmósfera lluviosa, con la que el artista madrileño daba la réplica al concepto de luz sorolliano.


Museo Carmen Thyssen. Málaga.

Expresionismo

Nuestra siguiente parada es el expresionismo y, más en concreto, la visión absolutamente personal que de este movimiento tuvo el madrileño José Gutiérrez Solana (1896-1945). Fue el pintor del esperpento y de lo macabro, el que, haciendo suyos los postulados de la Generación del 98, reflejó una España sórdida, decadente y trágica.

Su pincelada densa, su trazo grueso y el tenebrismo de su paleta están presentes en El carro de la carne (1919), una obra ambientada en el Puente de Segovia, en la que podemos reconocer, en la parte superior derecha, la silueta de San Francisco el Grande.


Museo de Bellas Artes de Bilbao.

El vibracionismo de Barradas

A pesar de su corta vida, el artista uruguayo Rafael Barradas (1890-1929) ejerció una notable influencia sobre los pintores españoles de su generación, además de en determinados movimientos literarios, como la Generación del 27.

Difícil de encasillar en alguna vanguardia, Barradas desarrolló la suya propia, denominada vibracionismo, con la pretensión de ofrecer una visión movediza, fragmentada y simultánea del mundo circundante. El óleo De Pacífico a Puerta de Atocha (1918) es una declaración de principios de la preocupación del autor por capturar a la vez todos los instantes.


Colección Santos Torroella, Barcelona.

El cubismo daliniano

Durante su residencia en Madrid, Salvador Dalí (1904-1989) hizo varios tanteos con el cubismo, movimiento que solo conocía por fuentes indirectas, ya que la ciudad se mantenía ajena a esta manifestación artística. En Nocturno madrileño, perteneciente a una serie de dibujos en tinta y aguada que el artista hizo en 1922, nada más llegar a la capital, se advierten ciertos rasgos cubistas, interpretados libremente.


Fundación Gala Salvador Dalí, Figueras (Gerona).

Postimpresionismo

A Nicanor Piñole (1878-1978) se le suele catalogar dentro del post-impresionismo, nombre con el que se conoce el desarrollo que tuvo el impresionismo bien entrado el siglo XX, por lo general desde planteamientos muy personales. En La Gran Vía (1935), el pintor asturiano aprovecha la nocturnidad del paisaje para amalgamar, como si fueran un único elemento, edificios, neones y coches.


Museo Nicanor Piñole, Gijón.

Escuela de Vallecas

Volvemos la mirada a Benjamín Palencia, que, al margen de sus inicios impresionistas, jugó un relevante papel a la hora de renovar el arte español. Guiado por este propósito, fundó en el año 1927 la llamada Primera Escuela de Vallecas, junto con el escultor Alberto Sánchez Pérez (1895-1962).

Tras el estallido de la Guerra Civil, Palencia retomó el proyecto, esta vez con Francisco San José (1919-1981) como principal colaborador, en lo que fue conocido como Segunda Escuela de Vallecas. A esta etapa corresponde la acuarela Niños de Vallecas (1940), en la que el pintor recurre a técnicas naturalistas para reflejar la cruda realidad de la posguerra, con la villa vallecana como telón de fondo.


Museo de Albacete.

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