lunes, 2 de febrero de 2015

Las dos fuentes de la Plaza de Santa Ana

La Plaza de Santa Ana surgió en el contexto de las múltiples reformas urbanísticas llevadas a cabo por José Bonaparte, que le valieron el sobrenombre del Rey Plazuelas. Fue creada en 1810, tras derribarse el Convento de las Carmelitas Descalzas de Santa Ana, que fue fundado en 1586 por San Juan de la Cruz, a instancias de Santa Teresa de Jesús.

De todas las plazas impulsadas por José I, la de Santa Ana fue la única, junto a la de San Miguel, que pudo ser urbanizada plenamente antes de que concluyese su corto reinado (1808-1813). Fue además la primera zona verde de carácter público que tuvo Madrid en el interior del casco urbano.


Alzado de la fuente de la Plaza de Santa Ana. Silvestre Pérez (1812). Biblioteca Nacional de España.

El arquitecto Silvestre Pérez (1767-1825) fue el encargado de darle forma. Ideó una fuente central, rodeada de diferentes plantaciones de árboles, que, además de su función para el abastecimiento de agua, tenía una marcada intención ideológica.

No en vano la fuente fue rematada con la célebre estatua Carlos V y el Furor (1551-1564), obra de León Leoni, concluida por su hijo Pompeyo, que fue cedida para tal fin por el monarca, a partir de un decreto firmado el 5 de noviembre de 1811.

Se establecía así una sencilla analogía entre el antiguo imperio hispánico y el nuevo imperio napoleónico, del que José I era su máximo representante en España.


'Carlos V y el furor', de León Leoni. Museo del Prado. A la izquierda se muestra al emperador desnudo, sin la armadura desmontable.

La fuente tenía un diseño muy simple. Consistía en un pedestal cúbico, decorado a cada lado con una corona de laurel y asentado sobre una base de planta de cruz griega, donde se situaban cuatro caños. Un pilón circular recogía el agua que éstos arrojaban.

El conjunto fue inaugurado el 19 de marzo de 1812, coincidiendo con la onomástica del soberano. Ese mismo día también quedó abierta la Plaza de San Miguel, igualmente proyectada por Silvestre Pérez, que fue adornada con una escultura de Fernando el Católico, como símbolo de la unidad nacional.

En 1814, un año después de su restitución al trono, Fernando VII reclamó la vuelta de la estatua a la Corona, petición que no fue atendida por el Ayuntamiento de Madrid, alegando que el público estaba “comprometido con el disfrute de la fuente y su adorno”.

En 1822, curiosamente, fue el propio consistorio quien solicitó su retirada, ya que producía “mucha inquietud para la vista” y temía que pudiese ser destruida en algún acto vandálico. En 1825 se procedió a su desmontaje.

Posteriormente se construyó una estructura piramidal de piedra, que fue instalada sobre la parte superior de la fuente, para cubrir el vacío. La siguiente fotografía, tomada por Alfonso Begué en 1864, nos muestra el resultado final.


Fuente de la Plaza de Santa Ana. Alfonso Begué (1864).

La Plaza de Santa Ana sufrió nuevas intervenciones en los años siguientes. La principal fue su ampliación por su flanco oriental, al demolerse una manzana que impedía su conexión con el Teatro del Príncipe (Teatro Español). Esta remodelación finalizó en 1868, después de un largo proceso de expropiaciones, iniciado en 1850.
No sabemos en qué momento la fuente desapareció de la plaza, aunque entendemos que pudo ser hacia 1880, cuando fue erigido el Monumento a Calderón de la Barca que actualmente preside el recinto.

Por esas fechas también debió colocarse la segunda fuente que ocupa nuestra atención, la del Cisne, procedente del paseo del mismo nombre (hoy día Calle de Eduardo Dato).


Fuente del Paseo del Cisne. Alfonso Begué (1864).

Esta pequeña fuente era una curiosa combinación de elementos reciclados y de nueva factura. Su fuste de mascarones y su taza poligonal provenían del desaparecido Monasterio de San Felipe el Real, en la Puerta del Sol, mientras que su grupo escultórico fue realizado por José Tomás (1795-1848).

Sin embargo, cuando fue trasladada a la Plaza de Santa Ana, se optó por conservar únicamente el grupo escultórico (un cisne de plomo a punto de ser ahogado por una serpiente), al que se puso como base una composición de rocalla, como era moda en la época.

Como pilón, todo parece indicar que se utilizó el mismo de la fuente que había concebido Silvestre Pérez. A su alrededor se extendían varios jardines, a modo de parque público.


La Plaza de Santa Ana en 1900.

El largo periplo de una estatua

En sus casi quinientos años de historia, la escultura de bronce Carlos V y el furor, una obra maestra de la estatuaria renacentista, ha recorrido tres países y ha tenido al menos nueve ubicaciones distintas.

Desde su fundición en Milán en 1551, a manos de León Leoni, viajó en 1556 a Bruselas para ser presentada al emperador y después al taller que Pompeyo Leoni tenía en Madrid, donde recibió los últimos retoques. Aquí permaneció hasta 1608.

En ese año Felipe II ordenó llevarla al Real Alcázar y, más en concreto, al Jardín del Rey o Jardín de los Emperadores, que se encontraba a los pies de la Torre Dorada, si bien algunos autores sostienen que estuvo en el interior del palacio.

En 1620 fue trasladada a Aranjuez y más adelante al Jardín de San Pablo, en el Real Sitio del Buen Retiro, para, a principios del siglo XIX, ser colocada en la Plaza de Santa Ana, según se acaba de comentar. 


Detalle del 'El Jardín de San Pablo en el Buen Retiro', Domingo de Aguirre (1778).

En 1825 fue devuelta a su anterior enclave en el Buen Retiro y en 1830 ingresó en el Museo del Prado, su último y definitivo emplazamiento.

Existen dos réplicas de la imagen, aunque de menor tamaño que la original, una situada en el Palacio Real de Madrid y la otra en el Alcázar de Toledo.

Bibliografía

Arquitectura y urbanismo, de Pedro Navascués Palacio, capítulo de La época del romanticismo (1808-1874), volumen 2. Espasa Calpe, Madrid, 1989

Alteraciones en la estatuaria madrileña durante el gobierno del Rey Intruso, de Luis Miguel Aparisi Laporta. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. Tomo XLVIII extraordinario, segundo centenario de 1808. C.S.I.C., Madrid, 2008

Los espacios verdes del Madrid de la invasión francesa, de Carmen Ariza Muñoz. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. Tomo XLVIII extraordinario, segundo centenario de 1808. C.S.I.C., Madrid, 2008

Consecuencias de 1808 en la geografía urbana de Madrid, de M. Pilar González Yanci. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. Tomo XLVIII extraordinario, segundo centenario de 1808. C.S.I.C., Madrid, 2008

Vicisitudes políticas de una estatua: el 'Carlos V' de León Leoni, de Manuel Espadas Burgos. Anales del Instituto de Estudios Madrileños, número 9. Madrid, 1973

15 comentarios:

  1. Interesante "biografía" de la estatua de Leoni. He descubierto recientemente tu blog y me parece muy bueno. Lo he puesto entre mis preferidos en el mio "tabernasantiguasmadrid"

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    1. Muchas gracias Antonio por acercarte a mi blog, me alegro de te haya gustado. Gracias también por darme a conocer el tuyo, que ya he tenido la oportunidad de consultar y me parece realmente excelente. Felicidades por tan magnífico trabajo (te pongo un enlace).

      Abrazos, Jesús

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  2. Extraordinario post, Jesús. Una historia completa, bellamente ilustrada (eres único localizando fotografías antiguas) y gran bibliografía. Felicidades.
    La plaza de Santa Ana, una de las más bonitas de Madrid, ahora es una gran terraza (me gustan las terrazas, claro, pero...)
    Saludos!

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    1. Hola Mercedes:
      Muchas gracias por tus generosas palabras. Has planteado un tema que me duele especialmente y es esa conversión de muchas plazas en grandes terrazas, que considero excesivas e incluso agresivas, pues invaden el espacio público e impiden otros usos. Pienso como tú: me gustan las terrazas, pero tiene que haber límites, sobre todo cuando hablamos de superficies no muy grandes.

      Un abrazo, Jesús

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  3. Hola Jesus. Parece mentira que una escultura, tenga una vida tan ajetreada y pintoresca, conociendo paises, ciudades, parques, plazas......
    Excelente post. Un abrazo.

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  4. Hola José:
    Afortunadamente la escultura tuvo como destino final el Museo del Prado (no puede haber mejor paradero) y no desapareció, como tantas otras obras que han corrido esa suerte.

    Gracias por tu comentario. Abrazos, Jesús

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  5. Hola Jesús, desde luego es un respiro que la estatua acabase en el Museo del Prado, no la veía yo para estar a la intemperie actualmente ¡con tanta pieza desmontable! y ¿que habrá sido del cisne de plomo tan bonito?
    Felicidades por el excelente trabajo, esta serie es una verdadera joya.
    Un abrazo

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  6. Hola Antonio.
    Muchas gracias por tus palabras. Nunca me he explicado cómo esa estatua estuvo tanto tiempo al exterior, al igual que otras muchas de los Leoni que también están a buen recaudo en el Prado. Parece concebida precisamente para todo lo contrario. Con respecto al grupo escultorico del cisne, coincido contigo en que era una pieza muy bella, pero para mi sorpresa los cronistas de la época opinaban de manera diferente, calificándolo de absurdo.

    Un abrazo, Jesús

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  7. Hola. Gracias por contarnos las historias de la Plaza de Santa Ana. Ahora con tanta gente y tantos bares, daría la sensación de que una fuente estorba. Afortunadamente, sigue siendo una de las plazas más animadas de Madrid, con ese Teatro Español y ese Hotel que la enmarcan maravillosamente. Hecho de menos la pastelería La Suiza tal como era, pero en fín, eso es otra historia.

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  8. Hola Deme:
    Gracias a ti por tu reflexión. Estoy de acuerdo contigo, la Plaza de Santa Ana es una de las más interesantes que tenemos en este momento (la parte del hotel es espectacular, es un edificio imponente). Para mí hay un exceso de terrazas, al igual que en otras vías madrileñas. Creo que las nuevas licencias de terrazas han sido excesivas.

    Abrazos, Jesús

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  9. Hola Jesús,

    Me ha encantado la historia de las fuentes de la plaza de Santa Ana. Enhorabuena por tu investigación, magnífica como siempre :).

    Un apunte más, un día Luis Miguel Aparisi, al término de una de sus conferencias, me comentó que la armadura de la estatua de Calos V "se la habían cargado al quitársela". Literalmente lo dijo así y que ya no era desmontable como lo había sido a lo largo de los siglos. Estaba muy enfadado porque el suceso estaba muy reciente. Hará como cinco o seis años que me lo contó.

    Un abrazo madrileño
    Mayrit

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  10. Hola Mayrit:
    Muchas gracias por tu comentario y por los datos que nos aportas, que son para cortarnos la respiración y para que nos entren los siete males (u ocho o nueve...). Viniendo de quien viene la información y pasando las cosas que pasan en esta ciudad, me lo creo todo. No me extraña que esté tan enfadado. Espero que puedan arreglarlo.

    Muchas gracias otra vez. Abrazos, Jesús

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  11. Hola , decirte que me ha gustado mucho el articulo publicado, y comentarte que en mi pueblo Águilas,(Murcia), tenemos una fuente exactamente igual,en la Plaza de España,(La Glorieta) a la que llamamos "La pava de la balsa". No puedo pegar ninguna imagen,quería enseñártela es curioso.

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  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  13. En primer lugar, muchas gracias por el blog. Es interesantísimo.
    Me despista lo que leo en muchos sitios sobre el hecho de que en esta plaza estuvo situada la fuente de los Galápagos o de Isabel II, tras ser desmontada de la Red de San Luis (leo que en 1868 y hasta su traslado al parque de El Retiro, en 1879). ¿Es correcta esa información?
    Gracias y enhorabuena por el blog.

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