lunes, 14 de junio de 2010

Juan II, el primer rey que soñó con un Manzanares navegable



El río Manzanares, bordeando el lado occidental de Madrid, en una pintura de Antonio Joli, del año 1753. Colección particular.

De todos los proyectos de ingeniería hidráulica que han girado alrededor del Manzanares, el más desconocido es el que promovió Juan II de Castilla (1405-1454) a finales de su reinado, cuando aún faltaba más de un siglo para que Madrid fuese proclamada capital de España, en el año 1561.

El interés del monarca hacia nuestro río constituía una demostración en toda regla de la importancia que había adquirido la villa en la Alta Edad Media.

Así lo prueban las numerosas reuniones de Cortes celebradas en Madrid en tiempos de los Trastámara y las prolongadas estancias de los reyes de esta dinastía en lugares como El Pardo, el Alcázar o las Casas del Contador, especialmente en lo que respecta a Juan II y a Enrique IV.

De tal manera que puede afirmarse que Madrid era ya una de las ciudades favoritas de la monarquía española, mucho antes del hecho decisivo de la capitalidad.

Por todo ello no debe extrañar que el Manzanares llamara la atención de los monarcas desde el mismo medievo. Tal vez pensaran que este pequeño río, de fuerte estiaje, no estaba a la altura de una ciudad con tantos vínculos reales, como muy bien dejó reflejado Mesonero Romanos varios siglos después.

La gran falta natural de Madrid para su futuro desarrollo, como ciudad populosa y corte de tan importante monarquía, era la de un río caudaloso, que surtiendo a las necesidades de un crecido vecindario, sirviese también para fertilizar y hermosear su término y campiña" (El antiguo Madrid, año 1861).

Juan II fue el primer rey que soñó con incrementar el caudal del Manzanares, que, por entonces, no tenía este nombre, sino que era conocido como el Guadarrama de Madrid. Bajo su reinado, diferentes expertos barajaron la posibilidad de trazar un canal navegable, que hiciera llegar hasta la villa las aguas del río Jarama.

Después de varios estudios topográficos e hidráulicos, se determinó que el canal debía arrancar en el Puente de Viveros, que se levanta sobre el Jarama, en el camino de Alcalá de Henares, y finalizar a los pies de la Iglesia de San Pedro, desde donde bajaría por los Pilares del Pozacho hasta el Puente de Segovia o, mejor dicho, Puente Segoviana, como era llamado antiguamente.

Su tramo final coincidiría, por tanto, con el trazado actual de la Calle de Segovia, que, en aquellos tiempos, era un barranco por donde discurría el Arroyo de San Pedro. Debe señalarse que no estamos hablando de los puentes de Segovia y de Viveros que han llegado hasta nuestros días, sino de primitivas construcciones medievales de cal y ladrillo, que han desaparecido con el tiempo.



Panorámica de Madrid en el siglo XVII. Pueden verse el antiguo Alcázar, el Puente de Segovia y la Calle Nueva (actual Calle de Segovia), por donde hubiese pasado el canal de trasvase proyectado a mediados del siglo XV.



El primitivo Puente Segoviana, hacia 1560, cuyo enclave hubiese sido el punto de unión del Jarama con el Manzanares. Detalle del dibujo de Anton van den Wyngaerde, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Viena.

Las obras no pudieron realizarse. Según parece, uno de los factores que motivaron su cancelación fue la resistencia de los dueños de los molinos asentados en el Jarama, temerosos de que la pérdida de caudal del río acabara con su medio de subsistencia.

Fue la primera vez que el sueño de un Manzanares navegable se convirtió en un imposible. Después llegarían muchos otros proyectos, tan utópicos como irrealizables, que no tardaron en caer en saco roto.

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El río Manzanares, a su paso por el Monte de El Pardo, en una fotografía de 1928. Museo de Historia de Madrid.

1 comentario:

  1. Es curioso este empeño de hacer navegable el Manzanares. Los proyectos desarrollados a lo largo de la historia resultan tan fascinantes como utópicos. Pero de eso se trata, de soñar un poco.

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