martes, 18 de mayo de 2010

Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas (1): introducción

En el primer cuarto del siglo XVII, Madrid fue adornada con distintos elementos urbanos de porte monumental, hechos con materiales suntuosos como el mármol o el bronce. Existía el deseo de que la recién estrenada capital de España tuviera una apariencia digna de tal rango y, para ello, se siguió la línea ornamental de otras ciudades europeas.


Madrid en 1656. Versión coloreada del plano de Pedro Teixeira.

Una de las vías utilizadas para el embellecimiento de las calles fueron las fuentes públicas. En apenas dos años, entre 1617 y 1618, fueron proyectadas siete fuentes artísticas, todas ellas inspiradas en temas mitológicos.

El arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora (1586-1648) se responsabilizó de las fuentes de las plazas de la Provincia y de la Cebada, las dos primeras que vieron la luz dentro del citado plan urbanístico. Fueron diseñadas en 1617 y terminadas en un plazo relativamente corto.

Un año después, el escultor toscano Rutilio Gaci (1570-1634) proyectó las otras cinco, si bien su ejecución se demoró hasta las postrimerías del reinado de Felipe III (r. 1598-1621) e, incluso, a la llegada del rey Felipe IV (r. 1621-1665). Junto a él, colaboraron maestros españoles como Francisco del Valle, Antonio de Riera y Francisco del Río.

Estas cinco fuentes, tal vez las más innovadoras desde el punto de vista creativo, fueron colocadas en las plazas de las Descalzas Reales, del Salvador (o de la Villa), de la Puerta Cerrada, de la Puerta de Moros y de la Puerta del Sol.

Posteriormente fue levantada una octava fuente en la Plaza de Santo Domingo, que, a pesar de no pertenecer al plan de embellecimiento al que nos hemos referido, guardaba muchas similitudes estilísticas con las concebidas por Rutilio Gaci.

Un elemento común era la presencia de un remate escultórico, generalmente de carácter mitológico. Para ello fue clave la actuación del mercader florentino Ludovico Turchi (1560-1627), quien vendió al consistorio madrileño varias esculturas que él había adquirido previamente en Italia.

De todo este fascinante conjunto no queda casi nada, al margen de unos cuantos vestigios diseminados por diversos puntos de Madrid, correspondientes a cinco fuentes. Seguimos su pista a través de la serie de reportajes "Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas".

Fuentes de las que se conservan restos

Fuente de Orfeo. La escultura original de Orfeo forma parte de la colección del Museo Arqueológico Nacional. Es el único resto que ha llegado a nuestros días de la primitiva fuente de la Plaza de la Provincia, diseñada por Gómez de Mora en 1617. En 1998 se hizo una reproducción de la fuente, ubicada junto a uno de los soportales de la plaza.

Fuente de Diana. Fue diseñada por Rutilio Gaci e instalada en la Plaza de Puerta Cerrada. Se conserva el grupo escultórico de Diana Cazadora y dos delfines, integrados en el frontal de la decimonónica Fuente de la Cruz Verde, en la plaza del mismo nombre.

Fuente de la Fe o de las Arpías (la Mariblanca). Situada en la Puerta del Sol, fue proyectada en 1618 por Rutilio Gaci. En 1727 Pedro de Ribera hizo una nueva fuente, que aprovechaba elementos de la estructura anterior. El único vestigio que ha llegado hasta nosotros es la estatua de la Mariblanca, que estuvo presidiendo las dos construcciones. La figura original se encuentra en la Casa de la Villa, mientras que en la Puerta del Sol y en el Museo de Historia se exhiben sendas copias del siglo XX.

Fuente de la Abundancia. Esta obra de Gómez de Mora estuvo en la Plaza de la Cebada hasta principios del siglo XIX, cuando fue derribada. Algunos elementos arquitectónicos se salvaron y fueron reutilizados en La Fuentecilla, un monumento levantado en 1815 en honor de Fernando VII. Existe una escultura en el Museo de Historia, que algunos autores identifican con la imagen de la Abundancia, que decoró la parte superior de la fuente.

Fuente de Endimión. Proyectada por Rutilio Gaci, estuvo instalada en la Carrera de San Francisco, a la altura de la Plaza de la Puerta de Moros, hasta mediados del siglo XIX. Alojó dos grupos escultóricos, un Neptuno realizado por Manuel Pereira, del que no hay rastro alguno; y una estatua de Endimión, que fue llevada en 1850 a la Fuente de Lavapiés, que también ha desaparecido. La escultura se salvó de la piqueta y se conserva en el Museo de Historia.


De derecha a izquierda: Endimión, Diana Cazadora, la Mariblanca, Orfeo y, posiblemente, la Abundancia.

Fuentes de las que no se conservan restos

Fuentes de la Villa y de los Leones. La Fuente de la Villa, una de las creaciones más logradas de Rutilio Gaci, se encontraba en la plaza homónima. En el siglo XVIII fue sustituida por otra construcción, llamada de los Leones, por las figuras sobre las que se asentaba.

Fuente de la Plaza de Santo Domingo. Fue edificada entre 1635 y 1636 por el maestro cantero Miguel Collado, frente al desaparecido Convento de Santo Domingo el Real. Estuvo coronada con una estatua de la diosa Venus, limpiada y restaurada por Manuel Pereira.

Fuente de las Descalzas Reales. De esta obra de Rutilio Gaci apenas existe documentación.

2 comentarios:

  1. Hola Jesús, se ve que la pobre Mariblanca y sus réplicas están condenadas a deambular por Madrid, lo que tiene cierta gracia. Pero esta última parada me parece un sinsentido. La han convertido en otro de los "chirimbolos" que inundan la Puerta del Sol, en un lugar absurdo que no es foco de nada y mirando hacia no se sabe donde. No llega a parecer uno de los "ninots" que el anterior alcalde repartió por Madrid pero se acerca bastante. Tampoco la situación del oso y el madroño es acertada...pero ese es ya otro tema.
    Saludos

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  2. Hola Marcelo. Qué bueno!! Creo que es muy acertado tu calificativo de "ninots" a los elementos urbanos colocados por el anterior alcalde. Estoy de acuerdo contigo con el aspecto final de la plaza, es como un bazar, donde se suceden de forma desordenada chirimbolos sin sentido. Me da mucha pena que no sepamos encontrar un modelo urbanístico para dar fisonomía y sentido a nuestros espacios públicos. En fin, que un abrazo muy fuerte, Jesús

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